jueves, 27 de noviembre de 2008
martes, 18 de noviembre de 2008
Informe Congreso Iberoamericano Internacional de Literatura
Los días 25, 26 y 27 de septiembre tuve la oportunidad de participar como ponente en el Congreso Iberoamericano Internacional de Literatura, organizado por la Universidad Santo Tomás, el Banco de la República y el Instituto Caro y Cuervo.
Durante los tres días participamos junto con otros colegas de diversas actividades académicas en diferentes mesas de trabajo y asistimos a las conferencias centrales que giraban en torno al tópico realidad o utopías, que fue el eje central del encuentro.
Dentro de las conferencias centrales más importantes cabe mencionar la de la Dra. Francisca Noguerol (Universidad Salamanca), llamada Última narrativa latinoamericana: entre el hibridismo, la extraterritorialidad y las pequeñas utopías, donde se analizan distintas producciones latinoamericanas que abordan el planteamiento de la realidad/utopía.
También es importante mencionar que hubo una mesa alternativa con ponencias específicamente relacionadas al mundo y la industria editorial colombiana, mostrando avances, dificultades, muestras de publicaciones, criterios de editoriales, etc.
Finalmente, en cuanto a las ponencias en torno a las tradiciones no letradas de los pueblos amerindios, hubo unas pocas exposiciones donde se mostraba el caso particular del Perú. De todo lo anterior queda el contacto con Carlos Germán Van der linde, investigador del Caro y Cuervo, así como con los organizadores del evento.
Durante los tres días participamos junto con otros colegas de diversas actividades académicas en diferentes mesas de trabajo y asistimos a las conferencias centrales que giraban en torno al tópico realidad o utopías, que fue el eje central del encuentro.
Dentro de las conferencias centrales más importantes cabe mencionar la de la Dra. Francisca Noguerol (Universidad Salamanca), llamada Última narrativa latinoamericana: entre el hibridismo, la extraterritorialidad y las pequeñas utopías, donde se analizan distintas producciones latinoamericanas que abordan el planteamiento de la realidad/utopía.
También es importante mencionar que hubo una mesa alternativa con ponencias específicamente relacionadas al mundo y la industria editorial colombiana, mostrando avances, dificultades, muestras de publicaciones, criterios de editoriales, etc.
Finalmente, en cuanto a las ponencias en torno a las tradiciones no letradas de los pueblos amerindios, hubo unas pocas exposiciones donde se mostraba el caso particular del Perú. De todo lo anterior queda el contacto con Carlos Germán Van der linde, investigador del Caro y Cuervo, así como con los organizadores del evento.
martes, 11 de noviembre de 2008
La época de la violencia desde la poesía nacional: aproximación desde el concepto de modernidad lírica y ecos de fantasía, a dos poemas de los escritores Jorge Gaitán Durán y Matilde Espinosa.
Carolina Catacoli-Camacho
Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas
El presente trabajo muestra un análisis de dos textos de los poetas Jorge Gaitán Durán (1924-1962) y Matilde Espinosa (1910-2008), desde la perspectiva conceptual planteada por Paul De Man en su artículo Lirica y modernidad (1991) sobre el concepto de modernidad lírica. Se complementa el análisis con el concepto ecos de fantasía (fantasy echo), tomado de la investigadora norteamericana Joan Scott y que aparece en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”1 (traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle). Inicialmente se realiza una explicación de lo que para De Man es el carácter moderno de toda la lírica, posteriormente se contextualiza la relación entre la violencia y la poesía en Colombia y, finalmente, se pasa al análisis de los textos desde las perspectivas teóricas planteadas.
Modernidad en la poesía
Se comienza el análisis planteando el carácter moderno que implica toda creación poética en su intensión de ser novedosa. En este sentido, la modernidad de la poesía no obedece a una perspectiva historicista, basándose en una serie de estudios que permiten confirmar el origen oral y primitivo del género, es decir, la aplicación y búsqueda de una genealogía.
Al contrario, el carácter moderno de la poesía entra en relación con sus atributos, su sustancia, que se encuentra más allá de su devenir histórico; y para explicar esta conceptualización se acude al artículo Lírica y modernidad (1991), del teórico estadounidenses Paul De Man1, que hace un recorrido sobre los conceptos de lírica y modernidad y plantea una serie de posibilidades de encuentro de estas dos ideas.
En primer lugar cabe mencionar que el concepto de modernidad, así como el de lírica, comúnmente se encuentran atados al desarrollo historicista crítico, esto los ubica en un espacio-tiempo determinado donde lo moderno y lo lírico tuvieron un lugar (error en el que hace énfasis el investigador quien ve en esta situación una intensión de someter la sustancia esencial de la literatura a un rigor meramente historicista) Pero más allá de una ubicuidad histórica se trata de proponer el carácter moderno de toda la literatura, concebido como algo general y teórico. Para comenzar se plantea que la poesía, en un análisis que toma como base los géneros literarios, suele ser presentada con un caris diferente al de los otros géneros (es decir, se parte de una exclusión de la lírica, dentro de la literatura). Esta apreciación proviene de una escuela vinculada con el romanticismo francés que veía en la poesía una expresión literaria primitiva e irracional y, por tanto, diferente a la prosa, al decir de De Man:
“…se ve con frecuencia la poesía lírica no como una forma desarrollada del lenguaje sino como una forma primitiva y espontánea, en contraste directo con un discurso literario en prosa que es consciente de sí mismo y reflexivo.”
(1991-187)
En el siglo XVIII la música desplaza a la poesía como elemento arcaico del alma humano y la poesía, para la cual la música es fundamental, queda instalada en una oposición entre lo arcaico (música, poesía, lírica) y lo moderno (prosa). Desde este punto de vista la modernidad de la poesía sería una contradicción, visto que ella es precisamente lo opuesto a moderna.
Pero en el siglo XX la corriente artística más moderna, el vanguardismo, estaba constituida principalmente de poetas que privilegian el género lírico frente a los otros. Aunque posteriormente esta situación cambió y se equilibró, existen en los textos sobre la poesía una indagación fundamental sobre la modernidad literaria que hacen del género lírico un lugar privilegiado para indagar sobre esta cuestión. En este sentido el poeta británico Yeats propone, en su antología de la literatura inglesa (1936), que la poesía moderna y buena se diferencia de la poesía no tan moderna ni tan buena en el uso del aparataje mimético. Lo criticable para Yeats es la dependencia del contexto que representa la poesía mimética de algunos otros poetas ingleses, frente a la mímesis (representada en el espejo) el poeta propone una expresión íntima difícil de definir pero representada (por oposición al espejo mimético) con una lámpara.
El poeta inglés tenía la posibilidad, al escribir esta antología, de mostrar distancia con los otros dos poetas británicos de la época, Eliot y Pound. Por ello tiene la intensión de probar, por medio de un “arte poética”, que él es moderno verdaderamente. El poeta separa los conceptos de “alma” y “sujeto” y ubica al alma en un lugar intermedio que no se encuentra ni en el espejo ni en la lámpara, ella habita el mundo de los sueños, un lugar oscuro cuya sabiduría se encuentra en los libros. El alma se encuentra en el sujeto y sólo a través de él podemos conocerla, pero además esta alma es verdaderamente moderna cuando es consciente de cuanto se opone al mundo de la realidad, de la representación y la vida. De esta forma Yeats plantea que la poesía muestra imágenes que se desprenden de referencia real y sólo proceden de referentes literarios.
“Traducido en términos de lenguaje poético, esto sugiere que la poesía moderna utiliza imágenes que son a la vez símbolo y alegoría, que representan objetos de la naturaleza pero que, en realidad, están tomados de fuentes puramente literarias. La tensión entre estas dos modalidades de lenguaje pone en entredicho la autonomía del ser. Yeats describe la poesía moderna como la expresión consciente de un conflicto dentro de la función del lenguaje como un acto del yo autónomo.”
(1991-190)
Con lo anterior, Yeats en su personal ensayo se muestra de acuerdo con una gran cantidad de investigadores que han indagado el problema de la lírica moderna. Este problema está en relación con la particular oscuridad de la poesía moderna, representada en las elusivas luces del espejo y la lámpara.
Del mismo modo, este carácter dual afecta la relación objeto-sujeto, en la poesía se sintetizan la unión de estos elementos en una representación lingüística: la metáfora, que pasa a representar, en el nivel simbólico, la fusión de objeto-sujeto en el devenir del espacio-tiempo.
Aunque las dualidades conceptuales son constantemente criticadas por los poetas de las épocas posteriores, la poesía no se despega de esta caracterización que permanece unida a su ser.
Sin embargo, estas binariedades mutan con el devenir histórico instaurándose una nueva forma de plantearse dicha relación. Yeats es un sujeto que ya sufre las consecuencias de la este replanteamiento, él lo soluciona planteando que la luz de la poesía proviene de espacio no alcanzable por el sujeto y sólo perceptible a través de la mediación de los libros. Este movimiento tiene relación con lo que plantea Hugo Fredrich en su texto La estructura de la lírica moderna (1959) sobre la deconstrucción sufrida en el concepto de sujeto, “… en una pérdida de la función representativa de la poesía que es paralela a la pérdida de la mismidad o sentido personal del sujeto (selfhood)” (1991-191). El ejemplo paradigmático de esta transformación es la poesía de Boudelaire que, como afirma:
“La idealización ya no se esfuerza por conseguir, como en la vieja estética, el embellecimiento de la realidad, sino la pérdida de la realidad”
(1991-191)
Este desplazamiento de la función representativa, de la mediación objeto-sujeto, naturaleza-ser, que durante tanto años guía la creación poética, se desdibuja ante la desaparición del sujeto.
Pero esta situación conlleva el germen de nuestros tiempos, está relacionada con la fragmentación del sujeto contemporáneo Para Hans Robert Jauss la deconstrucción del sujeto no representa más que la expresión de un lenguaje que ya no puede seguir el modelo objeto-sujeto, pues la tensión, más allá de los objetos, está en la relación percepción-intelectualidad del sujeto. De este modo lo que se desplaza es el objeto, mejor, lo que desaparece es el objeto, en la poesía moderna. Para plantear sus conceptos Jauss sigue la línea de ideas planteada por Benjamin en su trabajo sobre la alegoría como estrategia para rastrear el sentido de la poesía más críptica.
Sin embargo, plantea De Man, la poesía continua entre las dos aguas del aparato mimético y la expresión subjetiva. Ello ocurre porque el carácter representacional de la poesía constituye uno de sus mayores sentidos, aún en la contemporaneidad.
Frente a la cada vez más difícil de seguir relación representacional, la poesía moderna ofrece un cúmulo de influencias mutuas donde poetas se nombran y oscurecen en un gesto de ceguera voluntaria.
Posteriormente se explicará el modelo que ofrece Paul Ricaur en su libro Metáfora viva, pero De Man se muestra de acuerdo en que la estrategia seguida por los y las poetas modernos es mantener un modelo híbrido, entre la representación del lenguaje y la no representación, que se presenta de forma simultánea. Afirma que:
“Toda poesía representacional es siempre y a la vez alegórica, sea de una manera consciente o no, y el poder alegórico del lenguaje mina u oscurece el significado literal específico de una representación abierta al entendimiento.”
(1991-205)
Pero, señala De Man, la alegoría necesita un elemento referencial que aporte una pista de sentido al poema, aunque luego se descubra que es una nueva trampa. Más allá de descifrar la verdad del poema se trata de entrar en su dinámica de polisemia y desplazamiento para quedar atrapada en la ceguera voluntaria que es y siempre ha sido su propuesta.
Relación violencia y poesía en Colombia
En el apartado anterior se explicaba el sentido que tiene la palabra modernidad en la lírica/poesía, separándolo de su significado habitual, es decir el histórico. Sin embargo, en esta parte del análisis al sentido ya explicitado de modernidad se le suma un elemento histórico, el proceso de modernización en América Latina y en Colombia. Si bien los términos no son semejantes, la modernidad de la poesía podría verse como un elemento suplementario del proceso de modernización en el país. En este sentido, es necesario recordar que desde hace mucho tiempo está demostrado que las correspondencias entre movimientos y períodos históricos corresponden más a un deseo ordenador del poder por privilegiar o sustraer la importancia de determinados elementos sociales, lo que Joan Scott llama Ecos de fantasía, más que a una realidad real de la dinámica del desarrollo del pensamiento humano.
En este sentido, en la medida en que la poesía se configura como una forma de expresar las cosas del mundo y el mundo subjetivo del o la misma poeta, a través de la novedad de un lenguaje que se pretende auténtico, en esa medida la poesía también afirma sobre la realidad que la circunda. Existe una gran tradición en América Latina (Colombia), de los y las poetas, escribiendo sobre la necesidad de una patria (piénsese por ejemplo en la Carta a Jamaica, de Simón Bolívar), en los límites y la identidad de la patria, en los cantos a ella, entre otras. La necesidad de inventar un territorio se da incluso en lo ficcional antes que en lo real y pareciera que se necesita primero su configuración a ese nivel para pensárselo en la realidad de la experiencias.
Debido a lo anterior se comprende que las guerras del conflicto civil en Colombia, durante el siglo XIX y el siglo XX, fueran interpretadas desde la poesía en una gran cantidad de formas poéticas, desde el lirismo clásico hasta la poesía vanguardista. En el caso del presente trabajo, éste se limitará a analizar algunas poesías producidas en la llamada época de la violencia en Colombia, topos que se origina el 9 de abril de 1948 y se extiende durante toda la década del cincuenta, con el enfrentamiento político entre liberales y conservadores.
Para delimitar aún más las fronteras del trabajo éste se circunscribirá a un campo de poder2 determinado, el que agrupa a un conjunto de intelectuales que en los años posteriores al Bogotazo (1948) publican en la revista Mito. De los muchos y notables participantes se han elegido dos muy representativos: Jorge Gaitán, creador y fundador de la revista; y Matilde Espinosa, poeta que orbita en el ámbito cultural de la época pero que desarrolla su trabajo de forma individual.
El contexto histórico en que se desarrolla la revista Mito se sitúa en los años intermedios del siglo XX en Colombia, momento de fortalecimiento del aparato modernizador en el país, además de enorme tensión sociopolítica en el país. Esta última circunstancia obedece al recrudecimiento de la pobreza y la inequidad en el territorio, heredado del los fracasos que en la década de los veinte y treinta tuvieron los grupos sindicales para imponer un proceso de modernización que beneficiara todas las capas de la sociedad. Como consecuencia de lo anterior, los gobiernos conservadores de Mariano Ospina y Laureano Gómez imponen a la fuerza la tenencia de la tierra en manos de unos pocos que la explotan a nivel industrial, la comunidad campesina es desplazada de sus territorios y empujada a la ciudad donde llegan a engrosar los tugurios de éstas.
Los pocos campesinos que se quedan conforman guerrillas que con orientaciones comunista y maoísta, plantean una revolución por las armas que les devuelva la tenencia de las tierras a sus verdaderos dueños. Del mismo modo, además de este movimiento guerrillero, la violencia partidista, entre liberales y conservadores –que es de vieja data– se recrudece por la lucha en los comicios.
Bajo esta situación es que se produce el golpe de estado del general Rojas Pinilla, quien asume una cruzada para acabar con la naciente guerrilla, pero no logra disminuir la violencia partidista. El gobierno de Rojas Pinilla da paso al Frente Nacional que divide el poder entre liberales y conservadores, anulando las elecciones populares.
Es en este proceso que surge la revista Mito, co-dirigida por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, que saca su primer número en abril-mayo de 1955 y se publica en forma bimestral hasta 1962, momento de la muerte de Gaitán Durán. Esta publicación se enmarca dentro del grupo de revistas que a todo lo largo de América Latina surgen como un ámbito intelectual adecuado para el proceso de modernización que está sufriendo todo el sub-continente.
Gaitán Durán y Matilde Espinosa: la palabra en situación y los ecos de fantasía como miradas otras de la violencia colombiana
La revista Mito desde sus inicios se plantea un horizonte ético que revise la actitud complaciente y poco crítica que hasta entonces –según ellos mismos– tienen los artistas en general y los escritores en particular, en Colombia. Ya Ángel Rama en sus indagaciones sobre la construcción del topos que él bautizó Ciudad letrada muestra cómo el dominio de la escritura y el exhaustivo conocimiento de la gramática permitieron a un grupo determinado de intelectuales colombianos del siglo XIX proyectar un modelo de nación que se impone en el ámbito legal, por medio de la Constitución de 1886, y en el ámbito académico por medio de la creación de la Academia Colombiana de la Lengua (1873). Un modelo que se perpetúa hasta mediados del siglo XX cercando al país en una división social que aún hoy en día no se ha superado.
La tradición en el país implica una relación complementaria entre el ejercicio político y el ejercicio poético, como lo reafirma la enorme cantidad de presidentes y políticos notables que, además, son poetas. Dentro de esta dialéctica es difícil identificar cuál es el suplemento3 de este doble accionar social, si la producción escrita está subordinada a la actividad política o viceversa. Para los creadores de la revista Mito esta balanza sospechosamente se inclina hacia el accionar político, convirtiendo la escritura en un medio para obtener un fin y no al contrario.
Es bajo el derrotero de inaugurar una intelectualidad escindida del poder político y sus corruptelas se lanza la revista Mito en el año de 1955, durante la dictadura militar de Rojas Pinilla y cuando se están produciendo algunos de los sucesos más escabrosos de la violencia en el país.
Jorge Gaitán Durán, en su presentación al primer número de la revista, señala a la palabra en situación como el derrotero principal de la publicación, pues pese a que él es una persona privilegiada, presiente hasta qué punto la difícil situación social en Colombia necesita de accionares más comprometidos y menos cómodos. Ya ha ocurrido el Bogotazo y aún en sus oídos resuena la turba enfurecida ante la injusticia de la muerte de Gaitán. Y en medio del desconcierto generalizado, en medio de la persecución, Gaitán Durán ofrece, junto con Valencia Goelkel, la opción de una resistencia intelectual que a través de la palabra logre la revolución tan esperada y necesaria.
De la variedad de libros publicados por Gaitán Durán, cabe mencionar como el que mayor énfasis hace al contexto nacional, el libro Presencia del hombre (1947). Con una nota preliminar extraída de la tragedia Prometeo, una sentida dedicatoria a su maestro y amigo Jorge Rojas y un marcado interés en los aspectos humanos de la existencia, Gaitán Durán ofrece en este libro su particular visión del mundo en el cual está inmerso para entonces. Piénsese en la campaña que en ese momento está llevando a cabo Jorge Eliecer Gaitán para la presidencia, en la oposición de los partidos tradicionales, en la guerra que asola el campo, en las migraciones que pueblan las ciudades de huérfanos de tierra. Presencia del hombre comienza con la siguiente estrofa:
Presencia del hombre
“SÍ, la eternidad ha descendido sobre mi frente
como un sol matinal.
Sí, tengo los ojos abismados en los siglos.
Me baña el corazón una claridad desconocida.
Siento como se estremecen mis sentidos.
Soy el hombre.
Miradme lleno de amor y de ceniza,
miradme en los collados del amor delirante,
junto al lirio de los tallos celestiales,
junto a los grandes bueyes de la tierra infinita.
Miradme aquí, naciendo
desde un vientre de espigas misteriosas,
desde un túnel de cálidas penumbras.
Miradme en el mediodía,
rojos los puños y la voz en alto.
Miradme en este fuego terrible de la muerte.
(1975-81)
Cuando afirma De Man que la modernidad poética parte de una consciencia de la diferencia entre el afuera y el adentro, entre el alma y el cuerpo, entre el espejo y la lámpara, señala que la tensión producida entre estas dos posiciones produce la experiencia artística, se puede observar que el nivel metonímico de la anécdota de un hombre recién nacido se extrapola hacia la alegoría de un hombre que en realidad no nace, pero que experimenta un nacimiento espiritual.
Este nacimiento se ve adjetivado con elementos como la eternidad y claridad desconocida, que señalan la particularidad del nacimiento. Y mientras tanto el narrador cuenta que siente como se estremecen mis sentidos. Un nacimiento de tan buen augurio sólo puede corresponder a un dios, pero es un hombre el que nace. Y este hombre exige que se le mire, en sus actos más nobles (señalados por adjetivos como: cenizas, celestiales, espigas misteriosas) como en los menos: amor delirante, cálidas penumbras.
La dinámica se plantea desde un contrapunto que asemeja a la división entre cuerpo y alma señalada por De Man en Yeast. El alma, adjetivada desde una esfera mística, orbita en torno a la idea de eternidad; el cuerpo, adjetivado desde los sentidos, orbita en torno a la idea de la muerte. La antítesis central replica la demanda a los dioses hecha por Prometeo, soy un dios que quiere ser hombre, soy un hombre que quiere ser dios. Del mismo modo los largos versos (versos de arte mayor) prestan una musicalidad de canto triunfal que en la forma imita el hecho de un nacimiento afortunado.
Pero ¿qué situación lleva a Gaitán Durán a querer representar este nacimiento? ¿Cuál es el sentido profundo de esta alegoría? Según lo plantea De Man en su propuesta sobre poesía y modernidad, el sentido último del poema atrapado en la alegoría tiende a escaparse, pero se podría aventurar, dentro de la polisemia del signo, interpretaciones acordes con el análisis textual antes realizado.
Las ideas contrarias eternidad/vida//muerte asemejan la situación de contrastes en la cual está sumido el país, frente a una ideología conservadora que pretende continuar con las diferencias (entre hombres y dioses, entre ricos y pobres) se propone una fusión de estos elementos que terminan siendo complementarios. El hombre nuevo mezcla en su alma el ser eterno y humano. Lo terreno y lo divino campean en su naturaleza, siendo el fin de ella la muerte. Precisamente en este último verso se hace consciente el narrador de su propia contradicción. Esta consciencia de sí que le hace reflexionar sobre su propia limitación, la muerte.
En la penúltima estrofa Gaitán Durán plantea un referente que continúa la línea de ideas antes planteada:
Ya de mi pecho brotan llamas perennes,
ya mis manos conocen la hermosura,
ya a mis labios adviene la canción
bajo un sordo rumor de batallas distantes.
(1975-82)
El hombre se reconoce como creador de las cosas, en la media en que bajo sus ojos son nuevas. Las batallas serán entre los hombres de ahora en adelante, superada la tutela de los dioses. La imagen de las llamas perennes en el pecho humano señala su libertad de los dioses, su revolución ganada. En torno a esta imagen circulan ideas como hermosura y batallas. El tono épico es conforme con la grandiosidad del motivo, la libertad del hombre es su independencia de los dioses. Pero esta independencia tiene su precio, la muerte, que se recuerda en estos versos:
Aquí en la lucha estoy con mi miseria,
aquí me desgarra el corazón la amargura.
Mi cuerpo se parece al viejo gajo
bajo el blanco peso de la invernada.
A veces estoy ciego, a veces no oigo,
a veces he perdido al camarada
yacente sobre páramos helados,
muerto en la soledad de las ciudades
con una rosa turbia en la mirada.
(1975-82,83)
Situado en la plena humanidad el ser parece arrepentido de su soberbia ante los dioses, lo que en la tragedia lleva el nombre de Ascesis, la naturaleza de las cosas se torna turbia: miseria, amargura, viejo gajo. También aparece la decadencia del cuerpo, se atrofian los sentidos, en torno a esta idea aparecen adjetivos como: ciego, no oigo, yacente, muerto. Sin embargo, la esperanza humana renace al final:
Pero ya mi verdad resplandece en la tierra,
a mi sed ya se abren las fuentes inmortales,
ya en mis párpados siento el despertar hermoso
bajo la nueva luz del mundo redimido.
(1975-83)
El cierre del poema asemeja a la estructura de la tragedia, el hombre redimido es Prometeo, es el hombre. Luchar por lo que desea es su signo, entre la realidad de las cosas (inalcanzable) y la realidad representada de las creaciones humanas. Este apofrades4 derrama nueva luz en el narrador, le devuelve la vida después de un camino penoso. De la misma forma el poeta se separa de su ser, habita el alma y se contamina de ella, para luego regresar a su ser y en su consciencia de escisión humillarse hasta levantarse y volver a reinventarse.
Del mismo modo Gaitán Durán expresa la necesidad de ser consientes que la humanidad lleva el signo de la fugacidad, pero lo perenne es el fuego del alma. Entonces ¿plantea Durán la necesidad de una revolución? El elegir como paradigma del poema un personaje caracterizado por su rebeldía puede ser un signo afirmativo de ello.
Matilde Espinosa de Pérez, poeta caucana recientemente fallecida, vive también durante la época de la violencia y es directamente afecta pues su esposo Luis Carlos Pérez, afamado jurista, es apresado durante el régimen de Rojas Pinilla y sólo gracias a la presión de la comunidad intelectual y ella misma, es liberado. Pero además es necesario referir otro aspecto, Matilde Espinosa es una mujer, es decir, lo que significa ser una mujer durante la primera mitad del siglo veinte en Colombia, y sufre como tal una diferenciación que se refleja en su obra poética.
Para analizar la particularidad de la mirada de Espinosa y reconstruir el entramado de imágenes en ésta se hace necesario abordar, además de lo anteriormente citado, el problema de la identidad, que actualmente cobra mucha importancia sobre todo cuando se asume una producción desde una situación de periferia. Se retoma desde la investigadora norteamericana Joan Scott quien le llama Ecos de fantasía, que aparecen en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía” (traducido por las profesora del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle)
Para Scott las identidades existen gracias a las estratégicas invocaciones políticas que construyen incluso las identidades físicas. Tienen unas raíces en la herencia cultural, pero se conforman de forma no lineal. Hay una “mismidad” que se mantiene en categorías identitarias como mujeres, negros, entre otros, y que construyen una idea de ello que no cambia pese a que históricamente sí se transforma, en este sentido la mismidad vendría a representar eso auténtico en el concepto que se suma a la autenticidad devenida del contacto con el alma del que habla De Man citando a Yeast.
El significado de la identidad es un primer ejemplo de eco, varía y puede ser “repetición de algo imaginado” o “repetición imaginada”, es una repetición imperfecta y que incluye un elemento creativo, la fantasía. Esta expresión está relacionada con un instrumento común en las Ciencias sociales y el análisis histórico: las operaciones de identificaciones retrospectivas, que se establecen partiendo de semejanzas entre actores presentes y pasados. La historia trabaja de igual forma, pero lo que le permite llenar los baches entre pasado y presente es la fantasía, las relaciones de identidad también están mediadas por esta fantasía. En este sentido fantasía es sinónimo de imaginación. Como no se trata de señalar una esencia de identidad que eluda la fantasía (se trata de evitar precisamente esta cuestión), se parte del concepto del psicoanálisis de las fantasías primarias; este tipo es el lugar del deseo que permite, en la fantasía sustitutiva, vivir “como si” se llevara a cabo lo imaginado, sirve para hacer un desplazamiento de insatisfacciones, pasándolo a otros, y mantener el orden de las cosas en la sociedad hegemónica. La fantasía permite cohesionar el deseo en el individuo y la comunidad.
Para el caso del análisis al texto de Matilde Espinosa se toma el concepto de eco de fantasía como un recurso para dar orden al desorden generalizado que instaura la violencia en Colombia. Su doble función de repetición se transforma en el poema en replicación de la palabra guerra, además de que se constituye en una repetición con variaciones que introduce la fantasía. Como se observa en el análisis de la segunda estrofa, esta fantasía se relaciona con un mundo al revés.
La guerra se hereda de múltiples conflictos que han poblado el territorio nacional durante los siglos pasados. El poema del que se trabajan algunas estrofas es La guerra, del libro La ciudad entra en la noche (2001). Cabe mencionar que en el momento de la producción el país continúa inmerso en el conflicto civil que se generalizó a partir de la época de la violencia y al cual se han sumado otros actores que complejizan (aún más) la situación, como el narcotráfico y el paramilitarismo, y sus subgrupos la narco-guerrilla y el narco-paramilitarismo.
La guerra
I
Sobre el mundo
la guerra
sobre la palabra
la guerra
sobre la mujer
que mira al hijo
la guerra.
Letanía innumerable
como el diluvio que vendrá.
Afirma Espinosa que la guerra siempre la persiguió5, hija de una maestra rural en el Huila, Cauca, desde niña vivió las revoluciones que en el campo colombiano no han dejado de sucederse desde finales del siglo XIX.
Los versos cortos (de arte menor) dan un ritmo de canción al poema, la palabra guerra se repite como un estribillo, como eco de recuerdos, o acaso como el trepidar de las balas asesinas que separan los elementales naturales. La configuración de las imágenes: palabra, mujer e hijo configuran una constelación del origen, la palabra mágica que crea las cosas, la madre dadora de vida, el hijo fruto. Frente a ellas se alza la guerra como un ruego invertido que trae la oscuridad y la muerte. El poder destructor de este elemento se reafirma en la siguiente estrofa.
La guerra trastorna
a los oficiadores del desastre
cambia el paso de los hombres
y pone el delirio del sol
en la corneta de las ondas
marciales.
Se olvida de qué lado
palpita el corazón
y ve correr la sangre
como rueda la arena
en la pendiente.
Muerde las montañas
y agota sus manantiales
puros.
(2002-63)
Se alargan los versos pero continúa el estribillo de la guerra encabezando la estrofa. La idea de la guerra cobra aquí un carácter militar, cambia el paso de los hombres, y ante la corneta los seres se olvidan de qué lado/palpita el corazón. Al contrario de Gaitán Durán, el mundo de la guerra se presenta como algo poco honorable y deshumanizado.
Se podría afirmar que si el poema de Gaitán Durán representa el nacimiento del hombre a través de su actuar en el mundo, para Espinosa ese mismo actuar ha llegado a ser tan impropio de lo humano que el hombre termina por asemejarse a un dios terrible, el dios de la guerra.
En este sentido es importante analizar el papel que la identidad cumple en esta visión de mundo. Para el universo ficcional de este poema aparecen como contrarios las cosas hechas por el hombre frente a las cosas de la naturaleza. Esta idea se plasma en la imagen del cambio en la forma de andar de los hombres. Nótese que andar es natural, pero el cambio lo vuelve anti-natural. De este modo se instaura un mundo al revés, donde se olvida de qué lado palpita el corazón, la sangre rueda y las montañas se muerden. En este sentido el actuar en el mundo del hombre resulta no lo natural sino precisamente lo contrario, opuesto al orden del mundo. Como observamos en el análisis anterior, para Gaitán Durán hacer libera al hombre, las acciones son vistas como algo positivo y que instaura al ser en su propio dominio. Por el contrario Matilde Espinosa nos entrega en este poema un punto de vista negativo de este accionar, focalizado en la guerra.
En conclusión, estos dos puntos de vista se complementan en la medida en que ofrecen posibilidades para enfrentar el dilema moral que les sirve de telón de fondo; para el primero es necesario reconstruir el camino que ha recorrido el ser para humanizarse y tomar de ello la savia que permite resolver el dilema, para ello confía en los orígenes históricos de occidente; la segunda no se sirve de modelos, representa más bien un movimiento en el cual una acción humana –la guerra– avasalla los límites de lo humano, en este caso, la palabra, la madre o el hijo.
Bibliografía
Castellanos, Gabriela. Inocencia ante el fuego. Editorial La manzana de la discordia. Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2002.
De Man, Paul. Visión y Ceguera: Ensayos sobre la retórica de la crítica contemporánea. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Río piedras, Puerto Rico. 1991.
Espinosa, Matilde. La ciudad entra en la noche. Editorial Trilce. Bogotá. 2001.
Fredrich, Hugo. La estructura de la lírica moderna. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1959.
Scott, Joan. Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”. Artículo traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2008.
Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Siglo Veintiuno Editores. México. 1987.
Obra literaria de Jorge Gaitán Durán. Poesía y prosa. Colección Biblioteca Básica, Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá D.F. 1975.
Notas:
1 Este artículo pertenece al libro Visión y Ceguera: ensayos sobre retórica de la crítica contemporánea (1991), editado por la Universidad de Puerto Rico.
2 El concepto campo de poder se retoma de Pierre Bourdieu, en el sentido de la configuración de un campo con determinados capitales, en este caso el campo de la cultura oficial en tensión con el campo de la cultura no/oficial.
3 La palabra suplemento se utiliza en el sentido que plantea Derrida cuando al analizar las Confesiones de Roseau plantea que la escritura es un suplemento de la experiencia (vivida en la oralidad). Aprovecha el investigador para preguntarse hacia adonde apunta este indicio y concluye rastreando una tradición: la de considerar la escritura como un suplemento de la experiencia vivida, por tanto, como una recreación de una realidad que le es ajena, es decir, como el lugar de la no verdad, de la irrealidad y de la ficción.
4 Esta expresión se toma de Harold Bloom, en el texto La angustia de las influencias y expresa el retorno de los muertos, pero en el sentido que lo comprendían los antiguos griegos, como una nueva vida.
5 Las referencias a la vida de Matilde Espinosa se retoman del libro Inocencia ante el fuego (2002), de la investigadora Gabriela Castellanos y publicado por la Editorial La manzana de la discordia, del Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad, de la Facultad de Humanidades, Universidad del Valle.
Carolina Catacoli-Camacho
Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas
El presente trabajo muestra un análisis de dos textos de los poetas Jorge Gaitán Durán (1924-1962) y Matilde Espinosa (1910-2008), desde la perspectiva conceptual planteada por Paul De Man en su artículo Lirica y modernidad (1991) sobre el concepto de modernidad lírica. Se complementa el análisis con el concepto ecos de fantasía (fantasy echo), tomado de la investigadora norteamericana Joan Scott y que aparece en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”1 (traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle). Inicialmente se realiza una explicación de lo que para De Man es el carácter moderno de toda la lírica, posteriormente se contextualiza la relación entre la violencia y la poesía en Colombia y, finalmente, se pasa al análisis de los textos desde las perspectivas teóricas planteadas.
Modernidad en la poesía
Se comienza el análisis planteando el carácter moderno que implica toda creación poética en su intensión de ser novedosa. En este sentido, la modernidad de la poesía no obedece a una perspectiva historicista, basándose en una serie de estudios que permiten confirmar el origen oral y primitivo del género, es decir, la aplicación y búsqueda de una genealogía.
Al contrario, el carácter moderno de la poesía entra en relación con sus atributos, su sustancia, que se encuentra más allá de su devenir histórico; y para explicar esta conceptualización se acude al artículo Lírica y modernidad (1991), del teórico estadounidenses Paul De Man1, que hace un recorrido sobre los conceptos de lírica y modernidad y plantea una serie de posibilidades de encuentro de estas dos ideas.
En primer lugar cabe mencionar que el concepto de modernidad, así como el de lírica, comúnmente se encuentran atados al desarrollo historicista crítico, esto los ubica en un espacio-tiempo determinado donde lo moderno y lo lírico tuvieron un lugar (error en el que hace énfasis el investigador quien ve en esta situación una intensión de someter la sustancia esencial de la literatura a un rigor meramente historicista) Pero más allá de una ubicuidad histórica se trata de proponer el carácter moderno de toda la literatura, concebido como algo general y teórico. Para comenzar se plantea que la poesía, en un análisis que toma como base los géneros literarios, suele ser presentada con un caris diferente al de los otros géneros (es decir, se parte de una exclusión de la lírica, dentro de la literatura). Esta apreciación proviene de una escuela vinculada con el romanticismo francés que veía en la poesía una expresión literaria primitiva e irracional y, por tanto, diferente a la prosa, al decir de De Man:
“…se ve con frecuencia la poesía lírica no como una forma desarrollada del lenguaje sino como una forma primitiva y espontánea, en contraste directo con un discurso literario en prosa que es consciente de sí mismo y reflexivo.”
(1991-187)
En el siglo XVIII la música desplaza a la poesía como elemento arcaico del alma humano y la poesía, para la cual la música es fundamental, queda instalada en una oposición entre lo arcaico (música, poesía, lírica) y lo moderno (prosa). Desde este punto de vista la modernidad de la poesía sería una contradicción, visto que ella es precisamente lo opuesto a moderna.
Pero en el siglo XX la corriente artística más moderna, el vanguardismo, estaba constituida principalmente de poetas que privilegian el género lírico frente a los otros. Aunque posteriormente esta situación cambió y se equilibró, existen en los textos sobre la poesía una indagación fundamental sobre la modernidad literaria que hacen del género lírico un lugar privilegiado para indagar sobre esta cuestión. En este sentido el poeta británico Yeats propone, en su antología de la literatura inglesa (1936), que la poesía moderna y buena se diferencia de la poesía no tan moderna ni tan buena en el uso del aparataje mimético. Lo criticable para Yeats es la dependencia del contexto que representa la poesía mimética de algunos otros poetas ingleses, frente a la mímesis (representada en el espejo) el poeta propone una expresión íntima difícil de definir pero representada (por oposición al espejo mimético) con una lámpara.
El poeta inglés tenía la posibilidad, al escribir esta antología, de mostrar distancia con los otros dos poetas británicos de la época, Eliot y Pound. Por ello tiene la intensión de probar, por medio de un “arte poética”, que él es moderno verdaderamente. El poeta separa los conceptos de “alma” y “sujeto” y ubica al alma en un lugar intermedio que no se encuentra ni en el espejo ni en la lámpara, ella habita el mundo de los sueños, un lugar oscuro cuya sabiduría se encuentra en los libros. El alma se encuentra en el sujeto y sólo a través de él podemos conocerla, pero además esta alma es verdaderamente moderna cuando es consciente de cuanto se opone al mundo de la realidad, de la representación y la vida. De esta forma Yeats plantea que la poesía muestra imágenes que se desprenden de referencia real y sólo proceden de referentes literarios.
“Traducido en términos de lenguaje poético, esto sugiere que la poesía moderna utiliza imágenes que son a la vez símbolo y alegoría, que representan objetos de la naturaleza pero que, en realidad, están tomados de fuentes puramente literarias. La tensión entre estas dos modalidades de lenguaje pone en entredicho la autonomía del ser. Yeats describe la poesía moderna como la expresión consciente de un conflicto dentro de la función del lenguaje como un acto del yo autónomo.”
(1991-190)
Con lo anterior, Yeats en su personal ensayo se muestra de acuerdo con una gran cantidad de investigadores que han indagado el problema de la lírica moderna. Este problema está en relación con la particular oscuridad de la poesía moderna, representada en las elusivas luces del espejo y la lámpara.
Del mismo modo, este carácter dual afecta la relación objeto-sujeto, en la poesía se sintetizan la unión de estos elementos en una representación lingüística: la metáfora, que pasa a representar, en el nivel simbólico, la fusión de objeto-sujeto en el devenir del espacio-tiempo.
Aunque las dualidades conceptuales son constantemente criticadas por los poetas de las épocas posteriores, la poesía no se despega de esta caracterización que permanece unida a su ser.
Sin embargo, estas binariedades mutan con el devenir histórico instaurándose una nueva forma de plantearse dicha relación. Yeats es un sujeto que ya sufre las consecuencias de la este replanteamiento, él lo soluciona planteando que la luz de la poesía proviene de espacio no alcanzable por el sujeto y sólo perceptible a través de la mediación de los libros. Este movimiento tiene relación con lo que plantea Hugo Fredrich en su texto La estructura de la lírica moderna (1959) sobre la deconstrucción sufrida en el concepto de sujeto, “… en una pérdida de la función representativa de la poesía que es paralela a la pérdida de la mismidad o sentido personal del sujeto (selfhood)” (1991-191). El ejemplo paradigmático de esta transformación es la poesía de Boudelaire que, como afirma:
“La idealización ya no se esfuerza por conseguir, como en la vieja estética, el embellecimiento de la realidad, sino la pérdida de la realidad”
(1991-191)
Este desplazamiento de la función representativa, de la mediación objeto-sujeto, naturaleza-ser, que durante tanto años guía la creación poética, se desdibuja ante la desaparición del sujeto.
Pero esta situación conlleva el germen de nuestros tiempos, está relacionada con la fragmentación del sujeto contemporáneo Para Hans Robert Jauss la deconstrucción del sujeto no representa más que la expresión de un lenguaje que ya no puede seguir el modelo objeto-sujeto, pues la tensión, más allá de los objetos, está en la relación percepción-intelectualidad del sujeto. De este modo lo que se desplaza es el objeto, mejor, lo que desaparece es el objeto, en la poesía moderna. Para plantear sus conceptos Jauss sigue la línea de ideas planteada por Benjamin en su trabajo sobre la alegoría como estrategia para rastrear el sentido de la poesía más críptica.
Sin embargo, plantea De Man, la poesía continua entre las dos aguas del aparato mimético y la expresión subjetiva. Ello ocurre porque el carácter representacional de la poesía constituye uno de sus mayores sentidos, aún en la contemporaneidad.
Frente a la cada vez más difícil de seguir relación representacional, la poesía moderna ofrece un cúmulo de influencias mutuas donde poetas se nombran y oscurecen en un gesto de ceguera voluntaria.
Posteriormente se explicará el modelo que ofrece Paul Ricaur en su libro Metáfora viva, pero De Man se muestra de acuerdo en que la estrategia seguida por los y las poetas modernos es mantener un modelo híbrido, entre la representación del lenguaje y la no representación, que se presenta de forma simultánea. Afirma que:
“Toda poesía representacional es siempre y a la vez alegórica, sea de una manera consciente o no, y el poder alegórico del lenguaje mina u oscurece el significado literal específico de una representación abierta al entendimiento.”
(1991-205)
Pero, señala De Man, la alegoría necesita un elemento referencial que aporte una pista de sentido al poema, aunque luego se descubra que es una nueva trampa. Más allá de descifrar la verdad del poema se trata de entrar en su dinámica de polisemia y desplazamiento para quedar atrapada en la ceguera voluntaria que es y siempre ha sido su propuesta.
Relación violencia y poesía en Colombia
En el apartado anterior se explicaba el sentido que tiene la palabra modernidad en la lírica/poesía, separándolo de su significado habitual, es decir el histórico. Sin embargo, en esta parte del análisis al sentido ya explicitado de modernidad se le suma un elemento histórico, el proceso de modernización en América Latina y en Colombia. Si bien los términos no son semejantes, la modernidad de la poesía podría verse como un elemento suplementario del proceso de modernización en el país. En este sentido, es necesario recordar que desde hace mucho tiempo está demostrado que las correspondencias entre movimientos y períodos históricos corresponden más a un deseo ordenador del poder por privilegiar o sustraer la importancia de determinados elementos sociales, lo que Joan Scott llama Ecos de fantasía, más que a una realidad real de la dinámica del desarrollo del pensamiento humano.
En este sentido, en la medida en que la poesía se configura como una forma de expresar las cosas del mundo y el mundo subjetivo del o la misma poeta, a través de la novedad de un lenguaje que se pretende auténtico, en esa medida la poesía también afirma sobre la realidad que la circunda. Existe una gran tradición en América Latina (Colombia), de los y las poetas, escribiendo sobre la necesidad de una patria (piénsese por ejemplo en la Carta a Jamaica, de Simón Bolívar), en los límites y la identidad de la patria, en los cantos a ella, entre otras. La necesidad de inventar un territorio se da incluso en lo ficcional antes que en lo real y pareciera que se necesita primero su configuración a ese nivel para pensárselo en la realidad de la experiencias.
Debido a lo anterior se comprende que las guerras del conflicto civil en Colombia, durante el siglo XIX y el siglo XX, fueran interpretadas desde la poesía en una gran cantidad de formas poéticas, desde el lirismo clásico hasta la poesía vanguardista. En el caso del presente trabajo, éste se limitará a analizar algunas poesías producidas en la llamada época de la violencia en Colombia, topos que se origina el 9 de abril de 1948 y se extiende durante toda la década del cincuenta, con el enfrentamiento político entre liberales y conservadores.
Para delimitar aún más las fronteras del trabajo éste se circunscribirá a un campo de poder2 determinado, el que agrupa a un conjunto de intelectuales que en los años posteriores al Bogotazo (1948) publican en la revista Mito. De los muchos y notables participantes se han elegido dos muy representativos: Jorge Gaitán, creador y fundador de la revista; y Matilde Espinosa, poeta que orbita en el ámbito cultural de la época pero que desarrolla su trabajo de forma individual.
El contexto histórico en que se desarrolla la revista Mito se sitúa en los años intermedios del siglo XX en Colombia, momento de fortalecimiento del aparato modernizador en el país, además de enorme tensión sociopolítica en el país. Esta última circunstancia obedece al recrudecimiento de la pobreza y la inequidad en el territorio, heredado del los fracasos que en la década de los veinte y treinta tuvieron los grupos sindicales para imponer un proceso de modernización que beneficiara todas las capas de la sociedad. Como consecuencia de lo anterior, los gobiernos conservadores de Mariano Ospina y Laureano Gómez imponen a la fuerza la tenencia de la tierra en manos de unos pocos que la explotan a nivel industrial, la comunidad campesina es desplazada de sus territorios y empujada a la ciudad donde llegan a engrosar los tugurios de éstas.
Los pocos campesinos que se quedan conforman guerrillas que con orientaciones comunista y maoísta, plantean una revolución por las armas que les devuelva la tenencia de las tierras a sus verdaderos dueños. Del mismo modo, además de este movimiento guerrillero, la violencia partidista, entre liberales y conservadores –que es de vieja data– se recrudece por la lucha en los comicios.
Bajo esta situación es que se produce el golpe de estado del general Rojas Pinilla, quien asume una cruzada para acabar con la naciente guerrilla, pero no logra disminuir la violencia partidista. El gobierno de Rojas Pinilla da paso al Frente Nacional que divide el poder entre liberales y conservadores, anulando las elecciones populares.
Es en este proceso que surge la revista Mito, co-dirigida por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, que saca su primer número en abril-mayo de 1955 y se publica en forma bimestral hasta 1962, momento de la muerte de Gaitán Durán. Esta publicación se enmarca dentro del grupo de revistas que a todo lo largo de América Latina surgen como un ámbito intelectual adecuado para el proceso de modernización que está sufriendo todo el sub-continente.
Gaitán Durán y Matilde Espinosa: la palabra en situación y los ecos de fantasía como miradas otras de la violencia colombiana
La revista Mito desde sus inicios se plantea un horizonte ético que revise la actitud complaciente y poco crítica que hasta entonces –según ellos mismos– tienen los artistas en general y los escritores en particular, en Colombia. Ya Ángel Rama en sus indagaciones sobre la construcción del topos que él bautizó Ciudad letrada muestra cómo el dominio de la escritura y el exhaustivo conocimiento de la gramática permitieron a un grupo determinado de intelectuales colombianos del siglo XIX proyectar un modelo de nación que se impone en el ámbito legal, por medio de la Constitución de 1886, y en el ámbito académico por medio de la creación de la Academia Colombiana de la Lengua (1873). Un modelo que se perpetúa hasta mediados del siglo XX cercando al país en una división social que aún hoy en día no se ha superado.
La tradición en el país implica una relación complementaria entre el ejercicio político y el ejercicio poético, como lo reafirma la enorme cantidad de presidentes y políticos notables que, además, son poetas. Dentro de esta dialéctica es difícil identificar cuál es el suplemento3 de este doble accionar social, si la producción escrita está subordinada a la actividad política o viceversa. Para los creadores de la revista Mito esta balanza sospechosamente se inclina hacia el accionar político, convirtiendo la escritura en un medio para obtener un fin y no al contrario.
Es bajo el derrotero de inaugurar una intelectualidad escindida del poder político y sus corruptelas se lanza la revista Mito en el año de 1955, durante la dictadura militar de Rojas Pinilla y cuando se están produciendo algunos de los sucesos más escabrosos de la violencia en el país.
Jorge Gaitán Durán, en su presentación al primer número de la revista, señala a la palabra en situación como el derrotero principal de la publicación, pues pese a que él es una persona privilegiada, presiente hasta qué punto la difícil situación social en Colombia necesita de accionares más comprometidos y menos cómodos. Ya ha ocurrido el Bogotazo y aún en sus oídos resuena la turba enfurecida ante la injusticia de la muerte de Gaitán. Y en medio del desconcierto generalizado, en medio de la persecución, Gaitán Durán ofrece, junto con Valencia Goelkel, la opción de una resistencia intelectual que a través de la palabra logre la revolución tan esperada y necesaria.
De la variedad de libros publicados por Gaitán Durán, cabe mencionar como el que mayor énfasis hace al contexto nacional, el libro Presencia del hombre (1947). Con una nota preliminar extraída de la tragedia Prometeo, una sentida dedicatoria a su maestro y amigo Jorge Rojas y un marcado interés en los aspectos humanos de la existencia, Gaitán Durán ofrece en este libro su particular visión del mundo en el cual está inmerso para entonces. Piénsese en la campaña que en ese momento está llevando a cabo Jorge Eliecer Gaitán para la presidencia, en la oposición de los partidos tradicionales, en la guerra que asola el campo, en las migraciones que pueblan las ciudades de huérfanos de tierra. Presencia del hombre comienza con la siguiente estrofa:
Presencia del hombre
“SÍ, la eternidad ha descendido sobre mi frente
como un sol matinal.
Sí, tengo los ojos abismados en los siglos.
Me baña el corazón una claridad desconocida.
Siento como se estremecen mis sentidos.
Soy el hombre.
Miradme lleno de amor y de ceniza,
miradme en los collados del amor delirante,
junto al lirio de los tallos celestiales,
junto a los grandes bueyes de la tierra infinita.
Miradme aquí, naciendo
desde un vientre de espigas misteriosas,
desde un túnel de cálidas penumbras.
Miradme en el mediodía,
rojos los puños y la voz en alto.
Miradme en este fuego terrible de la muerte.
(1975-81)
Cuando afirma De Man que la modernidad poética parte de una consciencia de la diferencia entre el afuera y el adentro, entre el alma y el cuerpo, entre el espejo y la lámpara, señala que la tensión producida entre estas dos posiciones produce la experiencia artística, se puede observar que el nivel metonímico de la anécdota de un hombre recién nacido se extrapola hacia la alegoría de un hombre que en realidad no nace, pero que experimenta un nacimiento espiritual.
Este nacimiento se ve adjetivado con elementos como la eternidad y claridad desconocida, que señalan la particularidad del nacimiento. Y mientras tanto el narrador cuenta que siente como se estremecen mis sentidos. Un nacimiento de tan buen augurio sólo puede corresponder a un dios, pero es un hombre el que nace. Y este hombre exige que se le mire, en sus actos más nobles (señalados por adjetivos como: cenizas, celestiales, espigas misteriosas) como en los menos: amor delirante, cálidas penumbras.
La dinámica se plantea desde un contrapunto que asemeja a la división entre cuerpo y alma señalada por De Man en Yeast. El alma, adjetivada desde una esfera mística, orbita en torno a la idea de eternidad; el cuerpo, adjetivado desde los sentidos, orbita en torno a la idea de la muerte. La antítesis central replica la demanda a los dioses hecha por Prometeo, soy un dios que quiere ser hombre, soy un hombre que quiere ser dios. Del mismo modo los largos versos (versos de arte mayor) prestan una musicalidad de canto triunfal que en la forma imita el hecho de un nacimiento afortunado.
Pero ¿qué situación lleva a Gaitán Durán a querer representar este nacimiento? ¿Cuál es el sentido profundo de esta alegoría? Según lo plantea De Man en su propuesta sobre poesía y modernidad, el sentido último del poema atrapado en la alegoría tiende a escaparse, pero se podría aventurar, dentro de la polisemia del signo, interpretaciones acordes con el análisis textual antes realizado.
Las ideas contrarias eternidad/vida//muerte asemejan la situación de contrastes en la cual está sumido el país, frente a una ideología conservadora que pretende continuar con las diferencias (entre hombres y dioses, entre ricos y pobres) se propone una fusión de estos elementos que terminan siendo complementarios. El hombre nuevo mezcla en su alma el ser eterno y humano. Lo terreno y lo divino campean en su naturaleza, siendo el fin de ella la muerte. Precisamente en este último verso se hace consciente el narrador de su propia contradicción. Esta consciencia de sí que le hace reflexionar sobre su propia limitación, la muerte.
En la penúltima estrofa Gaitán Durán plantea un referente que continúa la línea de ideas antes planteada:
Ya de mi pecho brotan llamas perennes,
ya mis manos conocen la hermosura,
ya a mis labios adviene la canción
bajo un sordo rumor de batallas distantes.
(1975-82)
El hombre se reconoce como creador de las cosas, en la media en que bajo sus ojos son nuevas. Las batallas serán entre los hombres de ahora en adelante, superada la tutela de los dioses. La imagen de las llamas perennes en el pecho humano señala su libertad de los dioses, su revolución ganada. En torno a esta imagen circulan ideas como hermosura y batallas. El tono épico es conforme con la grandiosidad del motivo, la libertad del hombre es su independencia de los dioses. Pero esta independencia tiene su precio, la muerte, que se recuerda en estos versos:
Aquí en la lucha estoy con mi miseria,
aquí me desgarra el corazón la amargura.
Mi cuerpo se parece al viejo gajo
bajo el blanco peso de la invernada.
A veces estoy ciego, a veces no oigo,
a veces he perdido al camarada
yacente sobre páramos helados,
muerto en la soledad de las ciudades
con una rosa turbia en la mirada.
(1975-82,83)
Situado en la plena humanidad el ser parece arrepentido de su soberbia ante los dioses, lo que en la tragedia lleva el nombre de Ascesis, la naturaleza de las cosas se torna turbia: miseria, amargura, viejo gajo. También aparece la decadencia del cuerpo, se atrofian los sentidos, en torno a esta idea aparecen adjetivos como: ciego, no oigo, yacente, muerto. Sin embargo, la esperanza humana renace al final:
Pero ya mi verdad resplandece en la tierra,
a mi sed ya se abren las fuentes inmortales,
ya en mis párpados siento el despertar hermoso
bajo la nueva luz del mundo redimido.
(1975-83)
El cierre del poema asemeja a la estructura de la tragedia, el hombre redimido es Prometeo, es el hombre. Luchar por lo que desea es su signo, entre la realidad de las cosas (inalcanzable) y la realidad representada de las creaciones humanas. Este apofrades4 derrama nueva luz en el narrador, le devuelve la vida después de un camino penoso. De la misma forma el poeta se separa de su ser, habita el alma y se contamina de ella, para luego regresar a su ser y en su consciencia de escisión humillarse hasta levantarse y volver a reinventarse.
Del mismo modo Gaitán Durán expresa la necesidad de ser consientes que la humanidad lleva el signo de la fugacidad, pero lo perenne es el fuego del alma. Entonces ¿plantea Durán la necesidad de una revolución? El elegir como paradigma del poema un personaje caracterizado por su rebeldía puede ser un signo afirmativo de ello.
Matilde Espinosa de Pérez, poeta caucana recientemente fallecida, vive también durante la época de la violencia y es directamente afecta pues su esposo Luis Carlos Pérez, afamado jurista, es apresado durante el régimen de Rojas Pinilla y sólo gracias a la presión de la comunidad intelectual y ella misma, es liberado. Pero además es necesario referir otro aspecto, Matilde Espinosa es una mujer, es decir, lo que significa ser una mujer durante la primera mitad del siglo veinte en Colombia, y sufre como tal una diferenciación que se refleja en su obra poética.
Para analizar la particularidad de la mirada de Espinosa y reconstruir el entramado de imágenes en ésta se hace necesario abordar, además de lo anteriormente citado, el problema de la identidad, que actualmente cobra mucha importancia sobre todo cuando se asume una producción desde una situación de periferia. Se retoma desde la investigadora norteamericana Joan Scott quien le llama Ecos de fantasía, que aparecen en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía” (traducido por las profesora del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle)
Para Scott las identidades existen gracias a las estratégicas invocaciones políticas que construyen incluso las identidades físicas. Tienen unas raíces en la herencia cultural, pero se conforman de forma no lineal. Hay una “mismidad” que se mantiene en categorías identitarias como mujeres, negros, entre otros, y que construyen una idea de ello que no cambia pese a que históricamente sí se transforma, en este sentido la mismidad vendría a representar eso auténtico en el concepto que se suma a la autenticidad devenida del contacto con el alma del que habla De Man citando a Yeast.
El significado de la identidad es un primer ejemplo de eco, varía y puede ser “repetición de algo imaginado” o “repetición imaginada”, es una repetición imperfecta y que incluye un elemento creativo, la fantasía. Esta expresión está relacionada con un instrumento común en las Ciencias sociales y el análisis histórico: las operaciones de identificaciones retrospectivas, que se establecen partiendo de semejanzas entre actores presentes y pasados. La historia trabaja de igual forma, pero lo que le permite llenar los baches entre pasado y presente es la fantasía, las relaciones de identidad también están mediadas por esta fantasía. En este sentido fantasía es sinónimo de imaginación. Como no se trata de señalar una esencia de identidad que eluda la fantasía (se trata de evitar precisamente esta cuestión), se parte del concepto del psicoanálisis de las fantasías primarias; este tipo es el lugar del deseo que permite, en la fantasía sustitutiva, vivir “como si” se llevara a cabo lo imaginado, sirve para hacer un desplazamiento de insatisfacciones, pasándolo a otros, y mantener el orden de las cosas en la sociedad hegemónica. La fantasía permite cohesionar el deseo en el individuo y la comunidad.
Para el caso del análisis al texto de Matilde Espinosa se toma el concepto de eco de fantasía como un recurso para dar orden al desorden generalizado que instaura la violencia en Colombia. Su doble función de repetición se transforma en el poema en replicación de la palabra guerra, además de que se constituye en una repetición con variaciones que introduce la fantasía. Como se observa en el análisis de la segunda estrofa, esta fantasía se relaciona con un mundo al revés.
La guerra se hereda de múltiples conflictos que han poblado el territorio nacional durante los siglos pasados. El poema del que se trabajan algunas estrofas es La guerra, del libro La ciudad entra en la noche (2001). Cabe mencionar que en el momento de la producción el país continúa inmerso en el conflicto civil que se generalizó a partir de la época de la violencia y al cual se han sumado otros actores que complejizan (aún más) la situación, como el narcotráfico y el paramilitarismo, y sus subgrupos la narco-guerrilla y el narco-paramilitarismo.
La guerra
I
Sobre el mundo
la guerra
sobre la palabra
la guerra
sobre la mujer
que mira al hijo
la guerra.
Letanía innumerable
como el diluvio que vendrá.
Afirma Espinosa que la guerra siempre la persiguió5, hija de una maestra rural en el Huila, Cauca, desde niña vivió las revoluciones que en el campo colombiano no han dejado de sucederse desde finales del siglo XIX.
Los versos cortos (de arte menor) dan un ritmo de canción al poema, la palabra guerra se repite como un estribillo, como eco de recuerdos, o acaso como el trepidar de las balas asesinas que separan los elementales naturales. La configuración de las imágenes: palabra, mujer e hijo configuran una constelación del origen, la palabra mágica que crea las cosas, la madre dadora de vida, el hijo fruto. Frente a ellas se alza la guerra como un ruego invertido que trae la oscuridad y la muerte. El poder destructor de este elemento se reafirma en la siguiente estrofa.
La guerra trastorna
a los oficiadores del desastre
cambia el paso de los hombres
y pone el delirio del sol
en la corneta de las ondas
marciales.
Se olvida de qué lado
palpita el corazón
y ve correr la sangre
como rueda la arena
en la pendiente.
Muerde las montañas
y agota sus manantiales
puros.
(2002-63)
Se alargan los versos pero continúa el estribillo de la guerra encabezando la estrofa. La idea de la guerra cobra aquí un carácter militar, cambia el paso de los hombres, y ante la corneta los seres se olvidan de qué lado/palpita el corazón. Al contrario de Gaitán Durán, el mundo de la guerra se presenta como algo poco honorable y deshumanizado.
Se podría afirmar que si el poema de Gaitán Durán representa el nacimiento del hombre a través de su actuar en el mundo, para Espinosa ese mismo actuar ha llegado a ser tan impropio de lo humano que el hombre termina por asemejarse a un dios terrible, el dios de la guerra.
En este sentido es importante analizar el papel que la identidad cumple en esta visión de mundo. Para el universo ficcional de este poema aparecen como contrarios las cosas hechas por el hombre frente a las cosas de la naturaleza. Esta idea se plasma en la imagen del cambio en la forma de andar de los hombres. Nótese que andar es natural, pero el cambio lo vuelve anti-natural. De este modo se instaura un mundo al revés, donde se olvida de qué lado palpita el corazón, la sangre rueda y las montañas se muerden. En este sentido el actuar en el mundo del hombre resulta no lo natural sino precisamente lo contrario, opuesto al orden del mundo. Como observamos en el análisis anterior, para Gaitán Durán hacer libera al hombre, las acciones son vistas como algo positivo y que instaura al ser en su propio dominio. Por el contrario Matilde Espinosa nos entrega en este poema un punto de vista negativo de este accionar, focalizado en la guerra.
En conclusión, estos dos puntos de vista se complementan en la medida en que ofrecen posibilidades para enfrentar el dilema moral que les sirve de telón de fondo; para el primero es necesario reconstruir el camino que ha recorrido el ser para humanizarse y tomar de ello la savia que permite resolver el dilema, para ello confía en los orígenes históricos de occidente; la segunda no se sirve de modelos, representa más bien un movimiento en el cual una acción humana –la guerra– avasalla los límites de lo humano, en este caso, la palabra, la madre o el hijo.
Bibliografía
Castellanos, Gabriela. Inocencia ante el fuego. Editorial La manzana de la discordia. Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2002.
De Man, Paul. Visión y Ceguera: Ensayos sobre la retórica de la crítica contemporánea. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Río piedras, Puerto Rico. 1991.
Espinosa, Matilde. La ciudad entra en la noche. Editorial Trilce. Bogotá. 2001.
Fredrich, Hugo. La estructura de la lírica moderna. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1959.
Scott, Joan. Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”. Artículo traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2008.
Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Siglo Veintiuno Editores. México. 1987.
Obra literaria de Jorge Gaitán Durán. Poesía y prosa. Colección Biblioteca Básica, Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá D.F. 1975.
Notas:
1 Este artículo pertenece al libro Visión y Ceguera: ensayos sobre retórica de la crítica contemporánea (1991), editado por la Universidad de Puerto Rico.
2 El concepto campo de poder se retoma de Pierre Bourdieu, en el sentido de la configuración de un campo con determinados capitales, en este caso el campo de la cultura oficial en tensión con el campo de la cultura no/oficial.
3 La palabra suplemento se utiliza en el sentido que plantea Derrida cuando al analizar las Confesiones de Roseau plantea que la escritura es un suplemento de la experiencia (vivida en la oralidad). Aprovecha el investigador para preguntarse hacia adonde apunta este indicio y concluye rastreando una tradición: la de considerar la escritura como un suplemento de la experiencia vivida, por tanto, como una recreación de una realidad que le es ajena, es decir, como el lugar de la no verdad, de la irrealidad y de la ficción.
4 Esta expresión se toma de Harold Bloom, en el texto La angustia de las influencias y expresa el retorno de los muertos, pero en el sentido que lo comprendían los antiguos griegos, como una nueva vida.
5 Las referencias a la vida de Matilde Espinosa se retoman del libro Inocencia ante el fuego (2002), de la investigadora Gabriela Castellanos y publicado por la Editorial La manzana de la discordia, del Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad, de la Facultad de Humanidades, Universidad del Valle.
La época de la violencia desde la poesía nacional: aproximación desde el concepto de modernidad lírica y ecos de fantasía, a dos poemas de los escritores Jorge Gaitán Durán y Matilde Espinosa.
Carolina Catacoli-Camacho
Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas
El presente trabajo muestra un análisis de dos textos de los poetas Jorge Gaitán Durán (1924-1962) y Matilde Espinosa (1910-2008), desde la perspectiva conceptual planteada por Paul De Man en su artículo Lirica y modernidad (1991) sobre el concepto de modernidad lírica. Se complementa el análisis con el concepto ecos de fantasía (fantasy echo), tomado de la investigadora norteamericana Joan Scott y que aparece en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”1 (traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle). Inicialmente se realiza una explicación de lo que para De Man es el carácter moderno de toda la lírica, posteriormente se contextualiza la relación entre la violencia y la poesía en Colombia y, finalmente, se pasa al análisis de los textos desde las perspectivas teóricas planteadas.
Modernidad en la poesía
Se comienza el análisis planteando el carácter moderno que implica toda creación poética en su intensión de ser novedosa. En este sentido, la modernidad de la poesía no obedece a una perspectiva historicista, basándose en una serie de estudios que permiten confirmar el origen oral y primitivo del género, es decir, la aplicación y búsqueda de una genealogía.
Al contrario, el carácter moderno de la poesía entra en relación con sus atributos, su sustancia, que se encuentra más allá de su devenir histórico; y para explicar esta conceptualización se acude al artículo Lírica y modernidad (1991), del teórico estadounidenses Paul De Man1, que hace un recorrido sobre los conceptos de lírica y modernidad y plantea una serie de posibilidades de encuentro de estas dos ideas.
En primer lugar cabe mencionar que el concepto de modernidad, así como el de lírica, comúnmente se encuentran atados al desarrollo historicista crítico, esto los ubica en un espacio-tiempo determinado donde lo moderno y lo lírico tuvieron un lugar (error en el que hace énfasis el investigador quien ve en esta situación una intensión de someter la sustancia esencial de la literatura a un rigor meramente historicista) Pero más allá de una ubicuidad histórica se trata de proponer el carácter moderno de toda la literatura, concebido como algo general y teórico. Para comenzar se plantea que la poesía, en un análisis que toma como base los géneros literarios, suele ser presentada con un caris diferente al de los otros géneros (es decir, se parte de una exclusión de la lírica, dentro de la literatura). Esta apreciación proviene de una escuela vinculada con el romanticismo francés que veía en la poesía una expresión literaria primitiva e irracional y, por tanto, diferente a la prosa, al decir de De Man:
“…se ve con frecuencia la poesía lírica no como una forma desarrollada del lenguaje sino como una forma primitiva y espontánea, en contraste directo con un discurso literario en prosa que es consciente de sí mismo y reflexivo.”
(1991-187)
En el siglo XVIII la música desplaza a la poesía como elemento arcaico del alma humano y la poesía, para la cual la música es fundamental, queda instalada en una oposición entre lo arcaico (música, poesía, lírica) y lo moderno (prosa). Desde este punto de vista la modernidad de la poesía sería una contradicción, visto que ella es precisamente lo opuesto a moderna.
Pero en el siglo XX la corriente artística más moderna, el vanguardismo, estaba constituida principalmente de poetas que privilegian el género lírico frente a los otros. Aunque posteriormente esta situación cambió y se equilibró, existen en los textos sobre la poesía una indagación fundamental sobre la modernidad literaria que hacen del género lírico un lugar privilegiado para indagar sobre esta cuestión. En este sentido el poeta británico Yeats propone, en su antología de la literatura inglesa (1936), que la poesía moderna y buena se diferencia de la poesía no tan moderna ni tan buena en el uso del aparataje mimético. Lo criticable para Yeats es la dependencia del contexto que representa la poesía mimética de algunos otros poetas ingleses, frente a la mímesis (representada en el espejo) el poeta propone una expresión íntima difícil de definir pero representada (por oposición al espejo mimético) con una lámpara.
El poeta inglés tenía la posibilidad, al escribir esta antología, de mostrar distancia con los otros dos poetas británicos de la época, Eliot y Pound. Por ello tiene la intensión de probar, por medio de un “arte poética”, que él es moderno verdaderamente. El poeta separa los conceptos de “alma” y “sujeto” y ubica al alma en un lugar intermedio que no se encuentra ni en el espejo ni en la lámpara, ella habita el mundo de los sueños, un lugar oscuro cuya sabiduría se encuentra en los libros. El alma se encuentra en el sujeto y sólo a través de él podemos conocerla, pero además esta alma es verdaderamente moderna cuando es consciente de cuanto se opone al mundo de la realidad, de la representación y la vida. De esta forma Yeats plantea que la poesía muestra imágenes que se desprenden de referencia real y sólo proceden de referentes literarios.
“Traducido en términos de lenguaje poético, esto sugiere que la poesía moderna utiliza imágenes que son a la vez símbolo y alegoría, que representan objetos de la naturaleza pero que, en realidad, están tomados de fuentes puramente literarias. La tensión entre estas dos modalidades de lenguaje pone en entredicho la autonomía del ser. Yeats describe la poesía moderna como la expresión consciente de un conflicto dentro de la función del lenguaje como un acto del yo autónomo.”
(1991-190)
Con lo anterior, Yeats en su personal ensayo se muestra de acuerdo con una gran cantidad de investigadores que han indagado el problema de la lírica moderna. Este problema está en relación con la particular oscuridad de la poesía moderna, representada en las elusivas luces del espejo y la lámpara.
Del mismo modo, este carácter dual afecta la relación objeto-sujeto, en la poesía se sintetizan la unión de estos elementos en una representación lingüística: la metáfora, que pasa a representar, en el nivel simbólico, la fusión de objeto-sujeto en el devenir del espacio-tiempo.
Aunque las dualidades conceptuales son constantemente criticadas por los poetas de las épocas posteriores, la poesía no se despega de esta caracterización que permanece unida a su ser.
Sin embargo, estas binariedades mutan con el devenir histórico instaurándose una nueva forma de plantearse dicha relación. Yeats es un sujeto que ya sufre las consecuencias de la este replanteamiento, él lo soluciona planteando que la luz de la poesía proviene de espacio no alcanzable por el sujeto y sólo perceptible a través de la mediación de los libros. Este movimiento tiene relación con lo que plantea Hugo Fredrich en su texto La estructura de la lírica moderna (1959) sobre la deconstrucción sufrida en el concepto de sujeto, “… en una pérdida de la función representativa de la poesía que es paralela a la pérdida de la mismidad o sentido personal del sujeto (selfhood)” (1991-191). El ejemplo paradigmático de esta transformación es la poesía de Boudelaire que, como afirma:
“La idealización ya no se esfuerza por conseguir, como en la vieja estética, el embellecimiento de la realidad, sino la pérdida de la realidad”
(1991-191)
Este desplazamiento de la función representativa, de la mediación objeto-sujeto, naturaleza-ser, que durante tanto años guía la creación poética, se desdibuja ante la desaparición del sujeto.
Pero esta situación conlleva el germen de nuestros tiempos, está relacionada con la fragmentación del sujeto contemporáneo Para Hans Robert Jauss la deconstrucción del sujeto no representa más que la expresión de un lenguaje que ya no puede seguir el modelo objeto-sujeto, pues la tensión, más allá de los objetos, está en la relación percepción-intelectualidad del sujeto. De este modo lo que se desplaza es el objeto, mejor, lo que desaparece es el objeto, en la poesía moderna. Para plantear sus conceptos Jauss sigue la línea de ideas planteada por Benjamin en su trabajo sobre la alegoría como estrategia para rastrear el sentido de la poesía más críptica.
Sin embargo, plantea De Man, la poesía continua entre las dos aguas del aparato mimético y la expresión subjetiva. Ello ocurre porque el carácter representacional de la poesía constituye uno de sus mayores sentidos, aún en la contemporaneidad.
Frente a la cada vez más difícil de seguir relación representacional, la poesía moderna ofrece un cúmulo de influencias mutuas donde poetas se nombran y oscurecen en un gesto de ceguera voluntaria.
Posteriormente se explicará el modelo que ofrece Paul Ricaur en su libro Metáfora viva, pero De Man se muestra de acuerdo en que la estrategia seguida por los y las poetas modernos es mantener un modelo híbrido, entre la representación del lenguaje y la no representación, que se presenta de forma simultánea. Afirma que:
“Toda poesía representacional es siempre y a la vez alegórica, sea de una manera consciente o no, y el poder alegórico del lenguaje mina u oscurece el significado literal específico de una representación abierta al entendimiento.”
(1991-205)
Pero, señala De Man, la alegoría necesita un elemento referencial que aporte una pista de sentido al poema, aunque luego se descubra que es una nueva trampa. Más allá de descifrar la verdad del poema se trata de entrar en su dinámica de polisemia y desplazamiento para quedar atrapada en la ceguera voluntaria que es y siempre ha sido su propuesta.
Relación violencia y poesía en Colombia
En el apartado anterior se explicaba el sentido que tiene la palabra modernidad en la lírica/poesía, separándolo de su significado habitual, es decir el histórico. Sin embargo, en esta parte del análisis al sentido ya explicitado de modernidad se le suma un elemento histórico, el proceso de modernización en América Latina y en Colombia. Si bien los términos no son semejantes, la modernidad de la poesía podría verse como un elemento suplementario del proceso de modernización en el país. En este sentido, es necesario recordar que desde hace mucho tiempo está demostrado que las correspondencias entre movimientos y períodos históricos corresponden más a un deseo ordenador del poder por privilegiar o sustraer la importancia de determinados elementos sociales, lo que Joan Scott llama Ecos de fantasía, más que a una realidad real de la dinámica del desarrollo del pensamiento humano.
En este sentido, en la medida en que la poesía se configura como una forma de expresar las cosas del mundo y el mundo subjetivo del o la misma poeta, a través de la novedad de un lenguaje que se pretende auténtico, en esa medida la poesía también afirma sobre la realidad que la circunda. Existe una gran tradición en América Latina (Colombia), de los y las poetas, escribiendo sobre la necesidad de una patria (piénsese por ejemplo en la Carta a Jamaica, de Simón Bolívar), en los límites y la identidad de la patria, en los cantos a ella, entre otras. La necesidad de inventar un territorio se da incluso en lo ficcional antes que en lo real y pareciera que se necesita primero su configuración a ese nivel para pensárselo en la realidad de la experiencias.
Debido a lo anterior se comprende que las guerras del conflicto civil en Colombia, durante el siglo XIX y el siglo XX, fueran interpretadas desde la poesía en una gran cantidad de formas poéticas, desde el lirismo clásico hasta la poesía vanguardista. En el caso del presente trabajo, éste se limitará a analizar algunas poesías producidas en la llamada época de la violencia en Colombia, topos que se origina el 9 de abril de 1948 y se extiende durante toda la década del cincuenta, con el enfrentamiento político entre liberales y conservadores.
Para delimitar aún más las fronteras del trabajo éste se circunscribirá a un campo de poder2 determinado, el que agrupa a un conjunto de intelectuales que en los años posteriores al Bogotazo (1948) publican en la revista Mito. De los muchos y notables participantes se han elegido dos muy representativos: Jorge Gaitán, creador y fundador de la revista; y Matilde Espinosa, poeta que orbita en el ámbito cultural de la época pero que desarrolla su trabajo de forma individual.
El contexto histórico en que se desarrolla la revista Mito se sitúa en los años intermedios del siglo XX en Colombia, momento de fortalecimiento del aparato modernizador en el país, además de enorme tensión sociopolítica en el país. Esta última circunstancia obedece al recrudecimiento de la pobreza y la inequidad en el territorio, heredado del los fracasos que en la década de los veinte y treinta tuvieron los grupos sindicales para imponer un proceso de modernización que beneficiara todas las capas de la sociedad. Como consecuencia de lo anterior, los gobiernos conservadores de Mariano Ospina y Laureano Gómez imponen a la fuerza la tenencia de la tierra en manos de unos pocos que la explotan a nivel industrial, la comunidad campesina es desplazada de sus territorios y empujada a la ciudad donde llegan a engrosar los tugurios de éstas.
Los pocos campesinos que se quedan conforman guerrillas que con orientaciones comunista y maoísta, plantean una revolución por las armas que les devuelva la tenencia de las tierras a sus verdaderos dueños. Del mismo modo, además de este movimiento guerrillero, la violencia partidista, entre liberales y conservadores –que es de vieja data– se recrudece por la lucha en los comicios.
Bajo esta situación es que se produce el golpe de estado del general Rojas Pinilla, quien asume una cruzada para acabar con la naciente guerrilla, pero no logra disminuir la violencia partidista. El gobierno de Rojas Pinilla da paso al Frente Nacional que divide el poder entre liberales y conservadores, anulando las elecciones populares.
Es en este proceso que surge la revista Mito, co-dirigida por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, que saca su primer número en abril-mayo de 1955 y se publica en forma bimestral hasta 1962, momento de la muerte de Gaitán Durán. Esta publicación se enmarca dentro del grupo de revistas que a todo lo largo de América Latina surgen como un ámbito intelectual adecuado para el proceso de modernización que está sufriendo todo el sub-continente.
Gaitán Durán y Matilde Espinosa: la palabra en situación y los ecos de fantasía como miradas otras de la violencia colombiana
La revista Mito desde sus inicios se plantea un horizonte ético que revise la actitud complaciente y poco crítica que hasta entonces –según ellos mismos– tienen los artistas en general y los escritores en particular, en Colombia. Ya Ángel Rama en sus indagaciones sobre la construcción del topos que él bautizó Ciudad letrada muestra cómo el dominio de la escritura y el exhaustivo conocimiento de la gramática permitieron a un grupo determinado de intelectuales colombianos del siglo XIX proyectar un modelo de nación que se impone en el ámbito legal, por medio de la Constitución de 1886, y en el ámbito académico por medio de la creación de la Academia Colombiana de la Lengua (1873). Un modelo que se perpetúa hasta mediados del siglo XX cercando al país en una división social que aún hoy en día no se ha superado.
La tradición en el país implica una relación complementaria entre el ejercicio político y el ejercicio poético, como lo reafirma la enorme cantidad de presidentes y políticos notables que, además, son poetas. Dentro de esta dialéctica es difícil identificar cuál es el suplemento3 de este doble accionar social, si la producción escrita está subordinada a la actividad política o viceversa. Para los creadores de la revista Mito esta balanza sospechosamente se inclina hacia el accionar político, convirtiendo la escritura en un medio para obtener un fin y no al contrario.
Es bajo el derrotero de inaugurar una intelectualidad escindida del poder político y sus corruptelas se lanza la revista Mito en el año de 1955, durante la dictadura militar de Rojas Pinilla y cuando se están produciendo algunos de los sucesos más escabrosos de la violencia en el país.
Jorge Gaitán Durán, en su presentación al primer número de la revista, señala a la palabra en situación como el derrotero principal de la publicación, pues pese a que él es una persona privilegiada, presiente hasta qué punto la difícil situación social en Colombia necesita de accionares más comprometidos y menos cómodos. Ya ha ocurrido el Bogotazo y aún en sus oídos resuena la turba enfurecida ante la injusticia de la muerte de Gaitán. Y en medio del desconcierto generalizado, en medio de la persecución, Gaitán Durán ofrece, junto con Valencia Goelkel, la opción de una resistencia intelectual que a través de la palabra logre la revolución tan esperada y necesaria.
De la variedad de libros publicados por Gaitán Durán, cabe mencionar como el que mayor énfasis hace al contexto nacional, el libro Presencia del hombre (1947). Con una nota preliminar extraída de la tragedia Prometeo, una sentida dedicatoria a su maestro y amigo Jorge Rojas y un marcado interés en los aspectos humanos de la existencia, Gaitán Durán ofrece en este libro su particular visión del mundo en el cual está inmerso para entonces. Piénsese en la campaña que en ese momento está llevando a cabo Jorge Eliecer Gaitán para la presidencia, en la oposición de los partidos tradicionales, en la guerra que asola el campo, en las migraciones que pueblan las ciudades de huérfanos de tierra. Presencia del hombre comienza con la siguiente estrofa:
Presencia del hombre
“SÍ, la eternidad ha descendido sobre mi frente
como un sol matinal.
Sí, tengo los ojos abismados en los siglos.
Me baña el corazón una claridad desconocida.
Siento como se estremecen mis sentidos.
Soy el hombre.
Miradme lleno de amor y de ceniza,
miradme en los collados del amor delirante,
junto al lirio de los tallos celestiales,
junto a los grandes bueyes de la tierra infinita.
Miradme aquí, naciendo
desde un vientre de espigas misteriosas,
desde un túnel de cálidas penumbras.
Miradme en el mediodía,
rojos los puños y la voz en alto.
Miradme en este fuego terrible de la muerte.
(1975-81)
Cuando afirma De Man que la modernidad poética parte de una consciencia de la diferencia entre el afuera y el adentro, entre el alma y el cuerpo, entre el espejo y la lámpara, señala que la tensión producida entre estas dos posiciones produce la experiencia artística, se puede observar que el nivel metonímico de la anécdota de un hombre recién nacido se extrapola hacia la alegoría de un hombre que en realidad no nace, pero que experimenta un nacimiento espiritual.
Este nacimiento se ve adjetivado con elementos como la eternidad y claridad desconocida, que señalan la particularidad del nacimiento. Y mientras tanto el narrador cuenta que siente como se estremecen mis sentidos. Un nacimiento de tan buen augurio sólo puede corresponder a un dios, pero es un hombre el que nace. Y este hombre exige que se le mire, en sus actos más nobles (señalados por adjetivos como: cenizas, celestiales, espigas misteriosas) como en los menos: amor delirante, cálidas penumbras.
La dinámica se plantea desde un contrapunto que asemeja a la división entre cuerpo y alma señalada por De Man en Yeast. El alma, adjetivada desde una esfera mística, orbita en torno a la idea de eternidad; el cuerpo, adjetivado desde los sentidos, orbita en torno a la idea de la muerte. La antítesis central replica la demanda a los dioses hecha por Prometeo, soy un dios que quiere ser hombre, soy un hombre que quiere ser dios. Del mismo modo los largos versos (versos de arte mayor) prestan una musicalidad de canto triunfal que en la forma imita el hecho de un nacimiento afortunado.
Pero ¿qué situación lleva a Gaitán Durán a querer representar este nacimiento? ¿Cuál es el sentido profundo de esta alegoría? Según lo plantea De Man en su propuesta sobre poesía y modernidad, el sentido último del poema atrapado en la alegoría tiende a escaparse, pero se podría aventurar, dentro de la polisemia del signo, interpretaciones acordes con el análisis textual antes realizado.
Las ideas contrarias eternidad/vida//muerte asemejan la situación de contrastes en la cual está sumido el país, frente a una ideología conservadora que pretende continuar con las diferencias (entre hombres y dioses, entre ricos y pobres) se propone una fusión de estos elementos que terminan siendo complementarios. El hombre nuevo mezcla en su alma el ser eterno y humano. Lo terreno y lo divino campean en su naturaleza, siendo el fin de ella la muerte. Precisamente en este último verso se hace consciente el narrador de su propia contradicción. Esta consciencia de sí que le hace reflexionar sobre su propia limitación, la muerte.
En la penúltima estrofa Gaitán Durán plantea un referente que continúa la línea de ideas antes planteada:
Ya de mi pecho brotan llamas perennes,
ya mis manos conocen la hermosura,
ya a mis labios adviene la canción
bajo un sordo rumor de batallas distantes.
(1975-82)
El hombre se reconoce como creador de las cosas, en la media en que bajo sus ojos son nuevas. Las batallas serán entre los hombres de ahora en adelante, superada la tutela de los dioses. La imagen de las llamas perennes en el pecho humano señala su libertad de los dioses, su revolución ganada. En torno a esta imagen circulan ideas como hermosura y batallas. El tono épico es conforme con la grandiosidad del motivo, la libertad del hombre es su independencia de los dioses. Pero esta independencia tiene su precio, la muerte, que se recuerda en estos versos:
Aquí en la lucha estoy con mi miseria,
aquí me desgarra el corazón la amargura.
Mi cuerpo se parece al viejo gajo
bajo el blanco peso de la invernada.
A veces estoy ciego, a veces no oigo,
a veces he perdido al camarada
yacente sobre páramos helados,
muerto en la soledad de las ciudades
con una rosa turbia en la mirada.
(1975-82,83)
Situado en la plena humanidad el ser parece arrepentido de su soberbia ante los dioses, lo que en la tragedia lleva el nombre de Ascesis, la naturaleza de las cosas se torna turbia: miseria, amargura, viejo gajo. También aparece la decadencia del cuerpo, se atrofian los sentidos, en torno a esta idea aparecen adjetivos como: ciego, no oigo, yacente, muerto. Sin embargo, la esperanza humana renace al final:
Pero ya mi verdad resplandece en la tierra,
a mi sed ya se abren las fuentes inmortales,
ya en mis párpados siento el despertar hermoso
bajo la nueva luz del mundo redimido.
(1975-83)
El cierre del poema asemeja a la estructura de la tragedia, el hombre redimido es Prometeo, es el hombre. Luchar por lo que desea es su signo, entre la realidad de las cosas (inalcanzable) y la realidad representada de las creaciones humanas. Este apofrades4 derrama nueva luz en el narrador, le devuelve la vida después de un camino penoso. De la misma forma el poeta se separa de su ser, habita el alma y se contamina de ella, para luego regresar a su ser y en su consciencia de escisión humillarse hasta levantarse y volver a reinventarse.
Del mismo modo Gaitán Durán expresa la necesidad de ser consientes que la humanidad lleva el signo de la fugacidad, pero lo perenne es el fuego del alma. Entonces ¿plantea Durán la necesidad de una revolución? El elegir como paradigma del poema un personaje caracterizado por su rebeldía puede ser un signo afirmativo de ello.
Matilde Espinosa de Pérez, poeta caucana recientemente fallecida, vive también durante la época de la violencia y es directamente afecta pues su esposo Luis Carlos Pérez, afamado jurista, es apresado durante el régimen de Rojas Pinilla y sólo gracias a la presión de la comunidad intelectual y ella misma, es liberado. Pero además es necesario referir otro aspecto, Matilde Espinosa es una mujer, es decir, lo que significa ser una mujer durante la primera mitad del siglo veinte en Colombia, y sufre como tal una diferenciación que se refleja en su obra poética.
Para analizar la particularidad de la mirada de Espinosa y reconstruir el entramado de imágenes en ésta se hace necesario abordar, además de lo anteriormente citado, el problema de la identidad, que actualmente cobra mucha importancia sobre todo cuando se asume una producción desde una situación de periferia. Se retoma desde la investigadora norteamericana Joan Scott quien le llama Ecos de fantasía, que aparecen en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía” (traducido por las profesora del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle)
Para Scott las identidades existen gracias a las estratégicas invocaciones políticas que construyen incluso las identidades físicas. Tienen unas raíces en la herencia cultural, pero se conforman de forma no lineal. Hay una “mismidad” que se mantiene en categorías identitarias como mujeres, negros, entre otros, y que construyen una idea de ello que no cambia pese a que históricamente sí se transforma, en este sentido la mismidad vendría a representar eso auténtico en el concepto que se suma a la autenticidad devenida del contacto con el alma del que habla De Man citando a Yeast.
El significado de la identidad es un primer ejemplo de eco, varía y puede ser “repetición de algo imaginado” o “repetición imaginada”, es una repetición imperfecta y que incluye un elemento creativo, la fantasía. Esta expresión está relacionada con un instrumento común en las Ciencias sociales y el análisis histórico: las operaciones de identificaciones retrospectivas, que se establecen partiendo de semejanzas entre actores presentes y pasados. La historia trabaja de igual forma, pero lo que le permite llenar los baches entre pasado y presente es la fantasía, las relaciones de identidad también están mediadas por esta fantasía. En este sentido fantasía es sinónimo de imaginación. Como no se trata de señalar una esencia de identidad que eluda la fantasía (se trata de evitar precisamente esta cuestión), se parte del concepto del psicoanálisis de las fantasías primarias; este tipo es el lugar del deseo que permite, en la fantasía sustitutiva, vivir “como si” se llevara a cabo lo imaginado, sirve para hacer un desplazamiento de insatisfacciones, pasándolo a otros, y mantener el orden de las cosas en la sociedad hegemónica. La fantasía permite cohesionar el deseo en el individuo y la comunidad.
Para el caso del análisis al texto de Matilde Espinosa se toma el concepto de eco de fantasía como un recurso para dar orden al desorden generalizado que instaura la violencia en Colombia. Su doble función de repetición se transforma en el poema en replicación de la palabra guerra, además de que se constituye en una repetición con variaciones que introduce la fantasía. Como se observa en el análisis de la segunda estrofa, esta fantasía se relaciona con un mundo al revés.
La guerra se hereda de múltiples conflictos que han poblado el territorio nacional durante los siglos pasados. El poema del que se trabajan algunas estrofas es La guerra, del libro La ciudad entra en la noche (2001). Cabe mencionar que en el momento de la producción el país continúa inmerso en el conflicto civil que se generalizó a partir de la época de la violencia y al cual se han sumado otros actores que complejizan (aún más) la situación, como el narcotráfico y el paramilitarismo, y sus subgrupos la narco-guerrilla y el narco-paramilitarismo.
La guerra
I
Sobre el mundo
la guerra
sobre la palabra
la guerra
sobre la mujer
que mira al hijo
la guerra.
Letanía innumerable
como el diluvio que vendrá.
Afirma Espinosa que la guerra siempre la persiguió5, hija de una maestra rural en el Huila, Cauca, desde niña vivió las revoluciones que en el campo colombiano no han dejado de sucederse desde finales del siglo XIX.
Los versos cortos (de arte menor) dan un ritmo de canción al poema, la palabra guerra se repite como un estribillo, como eco de recuerdos, o acaso como el trepidar de las balas asesinas que separan los elementales naturales. La configuración de las imágenes: palabra, mujer e hijo configuran una constelación del origen, la palabra mágica que crea las cosas, la madre dadora de vida, el hijo fruto. Frente a ellas se alza la guerra como un ruego invertido que trae la oscuridad y la muerte. El poder destructor de este elemento se reafirma en la siguiente estrofa.
La guerra trastorna
a los oficiadores del desastre
cambia el paso de los hombres
y pone el delirio del sol
en la corneta de las ondas
marciales.
Se olvida de qué lado
palpita el corazón
y ve correr la sangre
como rueda la arena
en la pendiente.
Muerde las montañas
y agota sus manantiales
puros.
(2002-63)
Se alargan los versos pero continúa el estribillo de la guerra encabezando la estrofa. La idea de la guerra cobra aquí un carácter militar, cambia el paso de los hombres, y ante la corneta los seres se olvidan de qué lado/palpita el corazón. Al contrario de Gaitán Durán, el mundo de la guerra se presenta como algo poco honorable y deshumanizado.
Se podría afirmar que si el poema de Gaitán Durán representa el nacimiento del hombre a través de su actuar en el mundo, para Espinosa ese mismo actuar ha llegado a ser tan impropio de lo humano que el hombre termina por asemejarse a un dios terrible, el dios de la guerra.
En este sentido es importante analizar el papel que la identidad cumple en esta visión de mundo. Para el universo ficcional de este poema aparecen como contrarios las cosas hechas por el hombre frente a las cosas de la naturaleza. Esta idea se plasma en la imagen del cambio en la forma de andar de los hombres. Nótese que andar es natural, pero el cambio lo vuelve anti-natural. De este modo se instaura un mundo al revés, donde se olvida de qué lado palpita el corazón, la sangre rueda y las montañas se muerden. En este sentido el actuar en el mundo del hombre resulta no lo natural sino precisamente lo contrario, opuesto al orden del mundo. Como observamos en el análisis anterior, para Gaitán Durán hacer libera al hombre, las acciones son vistas como algo positivo y que instaura al ser en su propio dominio. Por el contrario Matilde Espinosa nos entrega en este poema un punto de vista negativo de este accionar, focalizado en la guerra.
En conclusión, estos dos puntos de vista se complementan en la medida en que ofrecen posibilidades para enfrentar el dilema moral que les sirve de telón de fondo; para el primero es necesario reconstruir el camino que ha recorrido el ser para humanizarse y tomar de ello la savia que permite resolver el dilema, para ello confía en los orígenes históricos de occidente; la segunda no se sirve de modelos, representa más bien un movimiento en el cual una acción humana –la guerra– avasalla los límites de lo humano, en este caso, la palabra, la madre o el hijo.
Bibliografía
Castellanos, Gabriela. Inocencia ante el fuego. Editorial La manzana de la discordia. Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2002.
De Man, Paul. Visión y Ceguera: Ensayos sobre la retórica de la crítica contemporánea. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Río piedras, Puerto Rico. 1991.
Espinosa, Matilde. La ciudad entra en la noche. Editorial Trilce. Bogotá. 2001.
Fredrich, Hugo. La estructura de la lírica moderna. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1959.
Scott, Joan. Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”. Artículo traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2008.
Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Siglo Veintiuno Editores. México. 1987.
Obra literaria de Jorge Gaitán Durán. Poesía y prosa. Colección Biblioteca Básica, Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá D.F. 1975.
Notas:
1 Este artículo pertenece al libro Visión y Ceguera: ensayos sobre retórica de la crítica contemporánea (1991), editado por la Universidad de Puerto Rico.
2 El concepto campo de poder se retoma de Pierre Bourdieu, en el sentido de la configuración de un campo con determinados capitales, en este caso el campo de la cultura oficial en tensión con el campo de la cultura no/oficial.
3 La palabra suplemento se utiliza en el sentido que plantea Derrida cuando al analizar las Confesiones de Roseau plantea que la escritura es un suplemento de la experiencia (vivida en la oralidad). Aprovecha el investigador para preguntarse hacia adonde apunta este indicio y concluye rastreando una tradición: la de considerar la escritura como un suplemento de la experiencia vivida, por tanto, como una recreación de una realidad que le es ajena, es decir, como el lugar de la no verdad, de la irrealidad y de la ficción.
4 Esta expresión se toma de Harold Bloom, en el texto La angustia de las influencias y expresa el retorno de los muertos, pero en el sentido que lo comprendían los antiguos griegos, como una nueva vida.
5 Las referencias a la vida de Matilde Espinosa se retoman del libro Inocencia ante el fuego (2002), de la investigadora Gabriela Castellanos y publicado por la Editorial La manzana de la discordia, del Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad, de la Facultad de Humanidades, Universidad del Valle.
Carolina Catacoli-Camacho
Universidad del Valle, Facultad de Artes Integradas
El presente trabajo muestra un análisis de dos textos de los poetas Jorge Gaitán Durán (1924-1962) y Matilde Espinosa (1910-2008), desde la perspectiva conceptual planteada por Paul De Man en su artículo Lirica y modernidad (1991) sobre el concepto de modernidad lírica. Se complementa el análisis con el concepto ecos de fantasía (fantasy echo), tomado de la investigadora norteamericana Joan Scott y que aparece en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”1 (traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle). Inicialmente se realiza una explicación de lo que para De Man es el carácter moderno de toda la lírica, posteriormente se contextualiza la relación entre la violencia y la poesía en Colombia y, finalmente, se pasa al análisis de los textos desde las perspectivas teóricas planteadas.
Modernidad en la poesía
Se comienza el análisis planteando el carácter moderno que implica toda creación poética en su intensión de ser novedosa. En este sentido, la modernidad de la poesía no obedece a una perspectiva historicista, basándose en una serie de estudios que permiten confirmar el origen oral y primitivo del género, es decir, la aplicación y búsqueda de una genealogía.
Al contrario, el carácter moderno de la poesía entra en relación con sus atributos, su sustancia, que se encuentra más allá de su devenir histórico; y para explicar esta conceptualización se acude al artículo Lírica y modernidad (1991), del teórico estadounidenses Paul De Man1, que hace un recorrido sobre los conceptos de lírica y modernidad y plantea una serie de posibilidades de encuentro de estas dos ideas.
En primer lugar cabe mencionar que el concepto de modernidad, así como el de lírica, comúnmente se encuentran atados al desarrollo historicista crítico, esto los ubica en un espacio-tiempo determinado donde lo moderno y lo lírico tuvieron un lugar (error en el que hace énfasis el investigador quien ve en esta situación una intensión de someter la sustancia esencial de la literatura a un rigor meramente historicista) Pero más allá de una ubicuidad histórica se trata de proponer el carácter moderno de toda la literatura, concebido como algo general y teórico. Para comenzar se plantea que la poesía, en un análisis que toma como base los géneros literarios, suele ser presentada con un caris diferente al de los otros géneros (es decir, se parte de una exclusión de la lírica, dentro de la literatura). Esta apreciación proviene de una escuela vinculada con el romanticismo francés que veía en la poesía una expresión literaria primitiva e irracional y, por tanto, diferente a la prosa, al decir de De Man:
“…se ve con frecuencia la poesía lírica no como una forma desarrollada del lenguaje sino como una forma primitiva y espontánea, en contraste directo con un discurso literario en prosa que es consciente de sí mismo y reflexivo.”
(1991-187)
En el siglo XVIII la música desplaza a la poesía como elemento arcaico del alma humano y la poesía, para la cual la música es fundamental, queda instalada en una oposición entre lo arcaico (música, poesía, lírica) y lo moderno (prosa). Desde este punto de vista la modernidad de la poesía sería una contradicción, visto que ella es precisamente lo opuesto a moderna.
Pero en el siglo XX la corriente artística más moderna, el vanguardismo, estaba constituida principalmente de poetas que privilegian el género lírico frente a los otros. Aunque posteriormente esta situación cambió y se equilibró, existen en los textos sobre la poesía una indagación fundamental sobre la modernidad literaria que hacen del género lírico un lugar privilegiado para indagar sobre esta cuestión. En este sentido el poeta británico Yeats propone, en su antología de la literatura inglesa (1936), que la poesía moderna y buena se diferencia de la poesía no tan moderna ni tan buena en el uso del aparataje mimético. Lo criticable para Yeats es la dependencia del contexto que representa la poesía mimética de algunos otros poetas ingleses, frente a la mímesis (representada en el espejo) el poeta propone una expresión íntima difícil de definir pero representada (por oposición al espejo mimético) con una lámpara.
El poeta inglés tenía la posibilidad, al escribir esta antología, de mostrar distancia con los otros dos poetas británicos de la época, Eliot y Pound. Por ello tiene la intensión de probar, por medio de un “arte poética”, que él es moderno verdaderamente. El poeta separa los conceptos de “alma” y “sujeto” y ubica al alma en un lugar intermedio que no se encuentra ni en el espejo ni en la lámpara, ella habita el mundo de los sueños, un lugar oscuro cuya sabiduría se encuentra en los libros. El alma se encuentra en el sujeto y sólo a través de él podemos conocerla, pero además esta alma es verdaderamente moderna cuando es consciente de cuanto se opone al mundo de la realidad, de la representación y la vida. De esta forma Yeats plantea que la poesía muestra imágenes que se desprenden de referencia real y sólo proceden de referentes literarios.
“Traducido en términos de lenguaje poético, esto sugiere que la poesía moderna utiliza imágenes que son a la vez símbolo y alegoría, que representan objetos de la naturaleza pero que, en realidad, están tomados de fuentes puramente literarias. La tensión entre estas dos modalidades de lenguaje pone en entredicho la autonomía del ser. Yeats describe la poesía moderna como la expresión consciente de un conflicto dentro de la función del lenguaje como un acto del yo autónomo.”
(1991-190)
Con lo anterior, Yeats en su personal ensayo se muestra de acuerdo con una gran cantidad de investigadores que han indagado el problema de la lírica moderna. Este problema está en relación con la particular oscuridad de la poesía moderna, representada en las elusivas luces del espejo y la lámpara.
Del mismo modo, este carácter dual afecta la relación objeto-sujeto, en la poesía se sintetizan la unión de estos elementos en una representación lingüística: la metáfora, que pasa a representar, en el nivel simbólico, la fusión de objeto-sujeto en el devenir del espacio-tiempo.
Aunque las dualidades conceptuales son constantemente criticadas por los poetas de las épocas posteriores, la poesía no se despega de esta caracterización que permanece unida a su ser.
Sin embargo, estas binariedades mutan con el devenir histórico instaurándose una nueva forma de plantearse dicha relación. Yeats es un sujeto que ya sufre las consecuencias de la este replanteamiento, él lo soluciona planteando que la luz de la poesía proviene de espacio no alcanzable por el sujeto y sólo perceptible a través de la mediación de los libros. Este movimiento tiene relación con lo que plantea Hugo Fredrich en su texto La estructura de la lírica moderna (1959) sobre la deconstrucción sufrida en el concepto de sujeto, “… en una pérdida de la función representativa de la poesía que es paralela a la pérdida de la mismidad o sentido personal del sujeto (selfhood)” (1991-191). El ejemplo paradigmático de esta transformación es la poesía de Boudelaire que, como afirma:
“La idealización ya no se esfuerza por conseguir, como en la vieja estética, el embellecimiento de la realidad, sino la pérdida de la realidad”
(1991-191)
Este desplazamiento de la función representativa, de la mediación objeto-sujeto, naturaleza-ser, que durante tanto años guía la creación poética, se desdibuja ante la desaparición del sujeto.
Pero esta situación conlleva el germen de nuestros tiempos, está relacionada con la fragmentación del sujeto contemporáneo Para Hans Robert Jauss la deconstrucción del sujeto no representa más que la expresión de un lenguaje que ya no puede seguir el modelo objeto-sujeto, pues la tensión, más allá de los objetos, está en la relación percepción-intelectualidad del sujeto. De este modo lo que se desplaza es el objeto, mejor, lo que desaparece es el objeto, en la poesía moderna. Para plantear sus conceptos Jauss sigue la línea de ideas planteada por Benjamin en su trabajo sobre la alegoría como estrategia para rastrear el sentido de la poesía más críptica.
Sin embargo, plantea De Man, la poesía continua entre las dos aguas del aparato mimético y la expresión subjetiva. Ello ocurre porque el carácter representacional de la poesía constituye uno de sus mayores sentidos, aún en la contemporaneidad.
Frente a la cada vez más difícil de seguir relación representacional, la poesía moderna ofrece un cúmulo de influencias mutuas donde poetas se nombran y oscurecen en un gesto de ceguera voluntaria.
Posteriormente se explicará el modelo que ofrece Paul Ricaur en su libro Metáfora viva, pero De Man se muestra de acuerdo en que la estrategia seguida por los y las poetas modernos es mantener un modelo híbrido, entre la representación del lenguaje y la no representación, que se presenta de forma simultánea. Afirma que:
“Toda poesía representacional es siempre y a la vez alegórica, sea de una manera consciente o no, y el poder alegórico del lenguaje mina u oscurece el significado literal específico de una representación abierta al entendimiento.”
(1991-205)
Pero, señala De Man, la alegoría necesita un elemento referencial que aporte una pista de sentido al poema, aunque luego se descubra que es una nueva trampa. Más allá de descifrar la verdad del poema se trata de entrar en su dinámica de polisemia y desplazamiento para quedar atrapada en la ceguera voluntaria que es y siempre ha sido su propuesta.
Relación violencia y poesía en Colombia
En el apartado anterior se explicaba el sentido que tiene la palabra modernidad en la lírica/poesía, separándolo de su significado habitual, es decir el histórico. Sin embargo, en esta parte del análisis al sentido ya explicitado de modernidad se le suma un elemento histórico, el proceso de modernización en América Latina y en Colombia. Si bien los términos no son semejantes, la modernidad de la poesía podría verse como un elemento suplementario del proceso de modernización en el país. En este sentido, es necesario recordar que desde hace mucho tiempo está demostrado que las correspondencias entre movimientos y períodos históricos corresponden más a un deseo ordenador del poder por privilegiar o sustraer la importancia de determinados elementos sociales, lo que Joan Scott llama Ecos de fantasía, más que a una realidad real de la dinámica del desarrollo del pensamiento humano.
En este sentido, en la medida en que la poesía se configura como una forma de expresar las cosas del mundo y el mundo subjetivo del o la misma poeta, a través de la novedad de un lenguaje que se pretende auténtico, en esa medida la poesía también afirma sobre la realidad que la circunda. Existe una gran tradición en América Latina (Colombia), de los y las poetas, escribiendo sobre la necesidad de una patria (piénsese por ejemplo en la Carta a Jamaica, de Simón Bolívar), en los límites y la identidad de la patria, en los cantos a ella, entre otras. La necesidad de inventar un territorio se da incluso en lo ficcional antes que en lo real y pareciera que se necesita primero su configuración a ese nivel para pensárselo en la realidad de la experiencias.
Debido a lo anterior se comprende que las guerras del conflicto civil en Colombia, durante el siglo XIX y el siglo XX, fueran interpretadas desde la poesía en una gran cantidad de formas poéticas, desde el lirismo clásico hasta la poesía vanguardista. En el caso del presente trabajo, éste se limitará a analizar algunas poesías producidas en la llamada época de la violencia en Colombia, topos que se origina el 9 de abril de 1948 y se extiende durante toda la década del cincuenta, con el enfrentamiento político entre liberales y conservadores.
Para delimitar aún más las fronteras del trabajo éste se circunscribirá a un campo de poder2 determinado, el que agrupa a un conjunto de intelectuales que en los años posteriores al Bogotazo (1948) publican en la revista Mito. De los muchos y notables participantes se han elegido dos muy representativos: Jorge Gaitán, creador y fundador de la revista; y Matilde Espinosa, poeta que orbita en el ámbito cultural de la época pero que desarrolla su trabajo de forma individual.
El contexto histórico en que se desarrolla la revista Mito se sitúa en los años intermedios del siglo XX en Colombia, momento de fortalecimiento del aparato modernizador en el país, además de enorme tensión sociopolítica en el país. Esta última circunstancia obedece al recrudecimiento de la pobreza y la inequidad en el territorio, heredado del los fracasos que en la década de los veinte y treinta tuvieron los grupos sindicales para imponer un proceso de modernización que beneficiara todas las capas de la sociedad. Como consecuencia de lo anterior, los gobiernos conservadores de Mariano Ospina y Laureano Gómez imponen a la fuerza la tenencia de la tierra en manos de unos pocos que la explotan a nivel industrial, la comunidad campesina es desplazada de sus territorios y empujada a la ciudad donde llegan a engrosar los tugurios de éstas.
Los pocos campesinos que se quedan conforman guerrillas que con orientaciones comunista y maoísta, plantean una revolución por las armas que les devuelva la tenencia de las tierras a sus verdaderos dueños. Del mismo modo, además de este movimiento guerrillero, la violencia partidista, entre liberales y conservadores –que es de vieja data– se recrudece por la lucha en los comicios.
Bajo esta situación es que se produce el golpe de estado del general Rojas Pinilla, quien asume una cruzada para acabar con la naciente guerrilla, pero no logra disminuir la violencia partidista. El gobierno de Rojas Pinilla da paso al Frente Nacional que divide el poder entre liberales y conservadores, anulando las elecciones populares.
Es en este proceso que surge la revista Mito, co-dirigida por Jorge Gaitán Durán y Hernando Valencia Goelkel, que saca su primer número en abril-mayo de 1955 y se publica en forma bimestral hasta 1962, momento de la muerte de Gaitán Durán. Esta publicación se enmarca dentro del grupo de revistas que a todo lo largo de América Latina surgen como un ámbito intelectual adecuado para el proceso de modernización que está sufriendo todo el sub-continente.
Gaitán Durán y Matilde Espinosa: la palabra en situación y los ecos de fantasía como miradas otras de la violencia colombiana
La revista Mito desde sus inicios se plantea un horizonte ético que revise la actitud complaciente y poco crítica que hasta entonces –según ellos mismos– tienen los artistas en general y los escritores en particular, en Colombia. Ya Ángel Rama en sus indagaciones sobre la construcción del topos que él bautizó Ciudad letrada muestra cómo el dominio de la escritura y el exhaustivo conocimiento de la gramática permitieron a un grupo determinado de intelectuales colombianos del siglo XIX proyectar un modelo de nación que se impone en el ámbito legal, por medio de la Constitución de 1886, y en el ámbito académico por medio de la creación de la Academia Colombiana de la Lengua (1873). Un modelo que se perpetúa hasta mediados del siglo XX cercando al país en una división social que aún hoy en día no se ha superado.
La tradición en el país implica una relación complementaria entre el ejercicio político y el ejercicio poético, como lo reafirma la enorme cantidad de presidentes y políticos notables que, además, son poetas. Dentro de esta dialéctica es difícil identificar cuál es el suplemento3 de este doble accionar social, si la producción escrita está subordinada a la actividad política o viceversa. Para los creadores de la revista Mito esta balanza sospechosamente se inclina hacia el accionar político, convirtiendo la escritura en un medio para obtener un fin y no al contrario.
Es bajo el derrotero de inaugurar una intelectualidad escindida del poder político y sus corruptelas se lanza la revista Mito en el año de 1955, durante la dictadura militar de Rojas Pinilla y cuando se están produciendo algunos de los sucesos más escabrosos de la violencia en el país.
Jorge Gaitán Durán, en su presentación al primer número de la revista, señala a la palabra en situación como el derrotero principal de la publicación, pues pese a que él es una persona privilegiada, presiente hasta qué punto la difícil situación social en Colombia necesita de accionares más comprometidos y menos cómodos. Ya ha ocurrido el Bogotazo y aún en sus oídos resuena la turba enfurecida ante la injusticia de la muerte de Gaitán. Y en medio del desconcierto generalizado, en medio de la persecución, Gaitán Durán ofrece, junto con Valencia Goelkel, la opción de una resistencia intelectual que a través de la palabra logre la revolución tan esperada y necesaria.
De la variedad de libros publicados por Gaitán Durán, cabe mencionar como el que mayor énfasis hace al contexto nacional, el libro Presencia del hombre (1947). Con una nota preliminar extraída de la tragedia Prometeo, una sentida dedicatoria a su maestro y amigo Jorge Rojas y un marcado interés en los aspectos humanos de la existencia, Gaitán Durán ofrece en este libro su particular visión del mundo en el cual está inmerso para entonces. Piénsese en la campaña que en ese momento está llevando a cabo Jorge Eliecer Gaitán para la presidencia, en la oposición de los partidos tradicionales, en la guerra que asola el campo, en las migraciones que pueblan las ciudades de huérfanos de tierra. Presencia del hombre comienza con la siguiente estrofa:
Presencia del hombre
“SÍ, la eternidad ha descendido sobre mi frente
como un sol matinal.
Sí, tengo los ojos abismados en los siglos.
Me baña el corazón una claridad desconocida.
Siento como se estremecen mis sentidos.
Soy el hombre.
Miradme lleno de amor y de ceniza,
miradme en los collados del amor delirante,
junto al lirio de los tallos celestiales,
junto a los grandes bueyes de la tierra infinita.
Miradme aquí, naciendo
desde un vientre de espigas misteriosas,
desde un túnel de cálidas penumbras.
Miradme en el mediodía,
rojos los puños y la voz en alto.
Miradme en este fuego terrible de la muerte.
(1975-81)
Cuando afirma De Man que la modernidad poética parte de una consciencia de la diferencia entre el afuera y el adentro, entre el alma y el cuerpo, entre el espejo y la lámpara, señala que la tensión producida entre estas dos posiciones produce la experiencia artística, se puede observar que el nivel metonímico de la anécdota de un hombre recién nacido se extrapola hacia la alegoría de un hombre que en realidad no nace, pero que experimenta un nacimiento espiritual.
Este nacimiento se ve adjetivado con elementos como la eternidad y claridad desconocida, que señalan la particularidad del nacimiento. Y mientras tanto el narrador cuenta que siente como se estremecen mis sentidos. Un nacimiento de tan buen augurio sólo puede corresponder a un dios, pero es un hombre el que nace. Y este hombre exige que se le mire, en sus actos más nobles (señalados por adjetivos como: cenizas, celestiales, espigas misteriosas) como en los menos: amor delirante, cálidas penumbras.
La dinámica se plantea desde un contrapunto que asemeja a la división entre cuerpo y alma señalada por De Man en Yeast. El alma, adjetivada desde una esfera mística, orbita en torno a la idea de eternidad; el cuerpo, adjetivado desde los sentidos, orbita en torno a la idea de la muerte. La antítesis central replica la demanda a los dioses hecha por Prometeo, soy un dios que quiere ser hombre, soy un hombre que quiere ser dios. Del mismo modo los largos versos (versos de arte mayor) prestan una musicalidad de canto triunfal que en la forma imita el hecho de un nacimiento afortunado.
Pero ¿qué situación lleva a Gaitán Durán a querer representar este nacimiento? ¿Cuál es el sentido profundo de esta alegoría? Según lo plantea De Man en su propuesta sobre poesía y modernidad, el sentido último del poema atrapado en la alegoría tiende a escaparse, pero se podría aventurar, dentro de la polisemia del signo, interpretaciones acordes con el análisis textual antes realizado.
Las ideas contrarias eternidad/vida//muerte asemejan la situación de contrastes en la cual está sumido el país, frente a una ideología conservadora que pretende continuar con las diferencias (entre hombres y dioses, entre ricos y pobres) se propone una fusión de estos elementos que terminan siendo complementarios. El hombre nuevo mezcla en su alma el ser eterno y humano. Lo terreno y lo divino campean en su naturaleza, siendo el fin de ella la muerte. Precisamente en este último verso se hace consciente el narrador de su propia contradicción. Esta consciencia de sí que le hace reflexionar sobre su propia limitación, la muerte.
En la penúltima estrofa Gaitán Durán plantea un referente que continúa la línea de ideas antes planteada:
Ya de mi pecho brotan llamas perennes,
ya mis manos conocen la hermosura,
ya a mis labios adviene la canción
bajo un sordo rumor de batallas distantes.
(1975-82)
El hombre se reconoce como creador de las cosas, en la media en que bajo sus ojos son nuevas. Las batallas serán entre los hombres de ahora en adelante, superada la tutela de los dioses. La imagen de las llamas perennes en el pecho humano señala su libertad de los dioses, su revolución ganada. En torno a esta imagen circulan ideas como hermosura y batallas. El tono épico es conforme con la grandiosidad del motivo, la libertad del hombre es su independencia de los dioses. Pero esta independencia tiene su precio, la muerte, que se recuerda en estos versos:
Aquí en la lucha estoy con mi miseria,
aquí me desgarra el corazón la amargura.
Mi cuerpo se parece al viejo gajo
bajo el blanco peso de la invernada.
A veces estoy ciego, a veces no oigo,
a veces he perdido al camarada
yacente sobre páramos helados,
muerto en la soledad de las ciudades
con una rosa turbia en la mirada.
(1975-82,83)
Situado en la plena humanidad el ser parece arrepentido de su soberbia ante los dioses, lo que en la tragedia lleva el nombre de Ascesis, la naturaleza de las cosas se torna turbia: miseria, amargura, viejo gajo. También aparece la decadencia del cuerpo, se atrofian los sentidos, en torno a esta idea aparecen adjetivos como: ciego, no oigo, yacente, muerto. Sin embargo, la esperanza humana renace al final:
Pero ya mi verdad resplandece en la tierra,
a mi sed ya se abren las fuentes inmortales,
ya en mis párpados siento el despertar hermoso
bajo la nueva luz del mundo redimido.
(1975-83)
El cierre del poema asemeja a la estructura de la tragedia, el hombre redimido es Prometeo, es el hombre. Luchar por lo que desea es su signo, entre la realidad de las cosas (inalcanzable) y la realidad representada de las creaciones humanas. Este apofrades4 derrama nueva luz en el narrador, le devuelve la vida después de un camino penoso. De la misma forma el poeta se separa de su ser, habita el alma y se contamina de ella, para luego regresar a su ser y en su consciencia de escisión humillarse hasta levantarse y volver a reinventarse.
Del mismo modo Gaitán Durán expresa la necesidad de ser consientes que la humanidad lleva el signo de la fugacidad, pero lo perenne es el fuego del alma. Entonces ¿plantea Durán la necesidad de una revolución? El elegir como paradigma del poema un personaje caracterizado por su rebeldía puede ser un signo afirmativo de ello.
Matilde Espinosa de Pérez, poeta caucana recientemente fallecida, vive también durante la época de la violencia y es directamente afecta pues su esposo Luis Carlos Pérez, afamado jurista, es apresado durante el régimen de Rojas Pinilla y sólo gracias a la presión de la comunidad intelectual y ella misma, es liberado. Pero además es necesario referir otro aspecto, Matilde Espinosa es una mujer, es decir, lo que significa ser una mujer durante la primera mitad del siglo veinte en Colombia, y sufre como tal una diferenciación que se refleja en su obra poética.
Para analizar la particularidad de la mirada de Espinosa y reconstruir el entramado de imágenes en ésta se hace necesario abordar, además de lo anteriormente citado, el problema de la identidad, que actualmente cobra mucha importancia sobre todo cuando se asume una producción desde una situación de periferia. Se retoma desde la investigadora norteamericana Joan Scott quien le llama Ecos de fantasía, que aparecen en su artículo “Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía” (traducido por las profesora del Centro de Estudios de Género, de la Facultad de Humanidades, en la Universidad del Valle)
Para Scott las identidades existen gracias a las estratégicas invocaciones políticas que construyen incluso las identidades físicas. Tienen unas raíces en la herencia cultural, pero se conforman de forma no lineal. Hay una “mismidad” que se mantiene en categorías identitarias como mujeres, negros, entre otros, y que construyen una idea de ello que no cambia pese a que históricamente sí se transforma, en este sentido la mismidad vendría a representar eso auténtico en el concepto que se suma a la autenticidad devenida del contacto con el alma del que habla De Man citando a Yeast.
El significado de la identidad es un primer ejemplo de eco, varía y puede ser “repetición de algo imaginado” o “repetición imaginada”, es una repetición imperfecta y que incluye un elemento creativo, la fantasía. Esta expresión está relacionada con un instrumento común en las Ciencias sociales y el análisis histórico: las operaciones de identificaciones retrospectivas, que se establecen partiendo de semejanzas entre actores presentes y pasados. La historia trabaja de igual forma, pero lo que le permite llenar los baches entre pasado y presente es la fantasía, las relaciones de identidad también están mediadas por esta fantasía. En este sentido fantasía es sinónimo de imaginación. Como no se trata de señalar una esencia de identidad que eluda la fantasía (se trata de evitar precisamente esta cuestión), se parte del concepto del psicoanálisis de las fantasías primarias; este tipo es el lugar del deseo que permite, en la fantasía sustitutiva, vivir “como si” se llevara a cabo lo imaginado, sirve para hacer un desplazamiento de insatisfacciones, pasándolo a otros, y mantener el orden de las cosas en la sociedad hegemónica. La fantasía permite cohesionar el deseo en el individuo y la comunidad.
Para el caso del análisis al texto de Matilde Espinosa se toma el concepto de eco de fantasía como un recurso para dar orden al desorden generalizado que instaura la violencia en Colombia. Su doble función de repetición se transforma en el poema en replicación de la palabra guerra, además de que se constituye en una repetición con variaciones que introduce la fantasía. Como se observa en el análisis de la segunda estrofa, esta fantasía se relaciona con un mundo al revés.
La guerra se hereda de múltiples conflictos que han poblado el territorio nacional durante los siglos pasados. El poema del que se trabajan algunas estrofas es La guerra, del libro La ciudad entra en la noche (2001). Cabe mencionar que en el momento de la producción el país continúa inmerso en el conflicto civil que se generalizó a partir de la época de la violencia y al cual se han sumado otros actores que complejizan (aún más) la situación, como el narcotráfico y el paramilitarismo, y sus subgrupos la narco-guerrilla y el narco-paramilitarismo.
La guerra
I
Sobre el mundo
la guerra
sobre la palabra
la guerra
sobre la mujer
que mira al hijo
la guerra.
Letanía innumerable
como el diluvio que vendrá.
Afirma Espinosa que la guerra siempre la persiguió5, hija de una maestra rural en el Huila, Cauca, desde niña vivió las revoluciones que en el campo colombiano no han dejado de sucederse desde finales del siglo XIX.
Los versos cortos (de arte menor) dan un ritmo de canción al poema, la palabra guerra se repite como un estribillo, como eco de recuerdos, o acaso como el trepidar de las balas asesinas que separan los elementales naturales. La configuración de las imágenes: palabra, mujer e hijo configuran una constelación del origen, la palabra mágica que crea las cosas, la madre dadora de vida, el hijo fruto. Frente a ellas se alza la guerra como un ruego invertido que trae la oscuridad y la muerte. El poder destructor de este elemento se reafirma en la siguiente estrofa.
La guerra trastorna
a los oficiadores del desastre
cambia el paso de los hombres
y pone el delirio del sol
en la corneta de las ondas
marciales.
Se olvida de qué lado
palpita el corazón
y ve correr la sangre
como rueda la arena
en la pendiente.
Muerde las montañas
y agota sus manantiales
puros.
(2002-63)
Se alargan los versos pero continúa el estribillo de la guerra encabezando la estrofa. La idea de la guerra cobra aquí un carácter militar, cambia el paso de los hombres, y ante la corneta los seres se olvidan de qué lado/palpita el corazón. Al contrario de Gaitán Durán, el mundo de la guerra se presenta como algo poco honorable y deshumanizado.
Se podría afirmar que si el poema de Gaitán Durán representa el nacimiento del hombre a través de su actuar en el mundo, para Espinosa ese mismo actuar ha llegado a ser tan impropio de lo humano que el hombre termina por asemejarse a un dios terrible, el dios de la guerra.
En este sentido es importante analizar el papel que la identidad cumple en esta visión de mundo. Para el universo ficcional de este poema aparecen como contrarios las cosas hechas por el hombre frente a las cosas de la naturaleza. Esta idea se plasma en la imagen del cambio en la forma de andar de los hombres. Nótese que andar es natural, pero el cambio lo vuelve anti-natural. De este modo se instaura un mundo al revés, donde se olvida de qué lado palpita el corazón, la sangre rueda y las montañas se muerden. En este sentido el actuar en el mundo del hombre resulta no lo natural sino precisamente lo contrario, opuesto al orden del mundo. Como observamos en el análisis anterior, para Gaitán Durán hacer libera al hombre, las acciones son vistas como algo positivo y que instaura al ser en su propio dominio. Por el contrario Matilde Espinosa nos entrega en este poema un punto de vista negativo de este accionar, focalizado en la guerra.
En conclusión, estos dos puntos de vista se complementan en la medida en que ofrecen posibilidades para enfrentar el dilema moral que les sirve de telón de fondo; para el primero es necesario reconstruir el camino que ha recorrido el ser para humanizarse y tomar de ello la savia que permite resolver el dilema, para ello confía en los orígenes históricos de occidente; la segunda no se sirve de modelos, representa más bien un movimiento en el cual una acción humana –la guerra– avasalla los límites de lo humano, en este caso, la palabra, la madre o el hijo.
Bibliografía
Castellanos, Gabriela. Inocencia ante el fuego. Editorial La manzana de la discordia. Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2002.
De Man, Paul. Visión y Ceguera: Ensayos sobre la retórica de la crítica contemporánea. Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Río piedras, Puerto Rico. 1991.
Espinosa, Matilde. La ciudad entra en la noche. Editorial Trilce. Bogotá. 2001.
Fredrich, Hugo. La estructura de la lírica moderna. Editorial Seix Barral. Barcelona. 1959.
Scott, Joan. Las identidades feministas en la historia y el “eco de fantasía”. Artículo traducido por las profesoras del Centro de Estudios de Género, Mujer y Sociedad. Facultad de Humanidades, Universidad del Valle. Cali. 2008.
Rama, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Siglo Veintiuno Editores. México. 1987.
Obra literaria de Jorge Gaitán Durán. Poesía y prosa. Colección Biblioteca Básica, Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá D.F. 1975.
Notas:
1 Este artículo pertenece al libro Visión y Ceguera: ensayos sobre retórica de la crítica contemporánea (1991), editado por la Universidad de Puerto Rico.
2 El concepto campo de poder se retoma de Pierre Bourdieu, en el sentido de la configuración de un campo con determinados capitales, en este caso el campo de la cultura oficial en tensión con el campo de la cultura no/oficial.
3 La palabra suplemento se utiliza en el sentido que plantea Derrida cuando al analizar las Confesiones de Roseau plantea que la escritura es un suplemento de la experiencia (vivida en la oralidad). Aprovecha el investigador para preguntarse hacia adonde apunta este indicio y concluye rastreando una tradición: la de considerar la escritura como un suplemento de la experiencia vivida, por tanto, como una recreación de una realidad que le es ajena, es decir, como el lugar de la no verdad, de la irrealidad y de la ficción.
4 Esta expresión se toma de Harold Bloom, en el texto La angustia de las influencias y expresa el retorno de los muertos, pero en el sentido que lo comprendían los antiguos griegos, como una nueva vida.
5 Las referencias a la vida de Matilde Espinosa se retoman del libro Inocencia ante el fuego (2002), de la investigadora Gabriela Castellanos y publicado por la Editorial La manzana de la discordia, del Centro de estudios de Género, Mujer y Sociedad, de la Facultad de Humanidades, Universidad del Valle.
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